viernes, 18 de julio de 2014

Música de viernes: So geh'n die Gauchos




Atrás ha quedado un nuevo mundial de fútbol, y tengo que decir que estuvo entre los más entretenidos que recuerde. Muchas sorpresas, gran despliegue de habilidad en el campo, muchos momentos de tensión notable y definiciones de último minuto, y algunos resultados absolutamente shockeantes, con grandes potencias eliminadas de inmediato y equipos menores con sed de victoria; todos fueron elementos de una copa memorable que siguió cumpliendo y ofreciendo emoción hasta el partido final.

Otra cosa es cómo se vivió desde este rincón del mundo, y ahí aparecen las figuritas de siempre, que no por ser repetidas son más felices. El entusiasta básico local (i.e., no el fanático) tuvo que tolerar el show biz acostumbrado, hoy con la venia de haberse convertido en prioridad de Estado. Fue un mes ininterrumpido de parafernalia chauvinista, práctica sistemática de argumenta ad populum y pensamiento mágico y celebración desembozada de valores tribales, todo desfilando sin parar, 24/7 y con el dial clavado en "11" por cuanto medio de comunicación ha sido creado por la criatura humana, que hoy son muchos.

Ahí estaban Gillette y Claro en cada pausa de Youtube, apuntalando con voz cálida y cortina musical de crescendo épico las escenas en cámara lenta de fans en pleno rapto de euforia y/o llanto desconsolado, o de chiquitos agitando banderas -siempre una imagen conmovedora-, y explicándonos cómo el fútbol, entre otras sorprendentes cualidades terapéuticas, nos hace "mejores argentinos". Una afirmación un tanto extraña, pero cuando uno está inmerso en plena coprofagia acrítica inducida por marcas y corporaciones millonarias, ¿quién va a detenerse en mezquindades semánticas?

Además pasa en todo el mundo. Hasta aquí, eso.

Pero tal vez el residuo más tangible de este bombardeo incansable haya sido una cancioncita insidiosa dirigida a nuestros vecinos brasileros, que nació aparentemente como uno de esos salmos de cancha con melodía pop prestada y que terminó saltando a una fama fulminante. Empezó a salir hasta en la sopa Knorr. La cantaban chicos y gente grande, por poner un adjetivo. Y se hizo tan y tan popular que se convirtió en desafortunado himno de la copa 2014. Tanto fue así que hasta los granaderos se le animaron, por si los creativos de las agencias y los otros "creativos" detrás del pibe que nunca ganó un Mundial y su abuelo pornográfico no hubieran reforzado lo suficiente esa idea de patria=fútbol como lubricante, siempre increíblemente efectivo, para vender productos caros o ideas baratas.

Pero la suerte del cántico lo selló, por sobre todas las cosas, el ingrediente infaltable de tantas de nuestras producciones populares: la viveza criolla y la gastada. Una inocentada no habría pasado a mayores. Fue ese rasgo que nos hace tan adorables y, sobre todo, tan confiables cuando se trata de golpearse el pecho por el motivo que fuere, mucho más representativo que los paños coloreados. Ese rasgo que se brinda con tanta generosidad en un sentido unidireccional, pero que se rechaza con desprecio e ira cuando algún insolente pretende una devolución. ¿Qué quieren, loco? Hay que ser buenos en algo.

Los muchachos respondieron al llamado del mantra con presteza inusual, y en esa sí que le doy la razón a las hagiografías futboleras que destacan los beneficios para la unión del clan: ancianos y niñitos, vírgenes futbolísticos o barrabravas, oficialistas y opositores, se prendieron absolutamente todos.

Convendrá tal vez marcar posición. Para mí, aún entendiendo y aceptando de buena gana esta dramatización moderna, aún alentando a los 11 gladiadores que hoy pelean con pelota frente a nuestro coliseo virtual y agradeciendo -en el fuero íntimo- que estas cosas no se resuelvan ya sanguinariamente en la arena, el mayor gozo es descubrir que todo sigue siendo un juego. Por eso el deleite de las anécdotas que nos traen a tierra como, por ejemplo, enterarme de que Klose y Biglia, lejos del drama y la batalla, juegan tenis juntos todas las semanas. Por contrapunto, las líneas que dividen la realidad de la ficción y que inevitablemente se difuminarán frente al cóctel de pasiones e intereses económicos me generan una serie de cosas que van desde el desagrado al pavor, según se van revelando las distintas implicancias.

¿Qué pasa con la música, entonces? Pues que el popularísimo cantito de marras, como puntualmente reportaron los medios, se apropió de la melodía de ese temazo de Creedence, Bad Moon Rising. Y aunque el recuerdo de su versión futbolera me persiga ya de por vida, me parece que lo divertido, sobre todo en retrospectiva y viendo cómo terminó el Mundial, habría sido que alguno de sus cultores locales se hubiera detenido a examinar la letra del tema original, que terminó pisoteada bajo la xenofobia soft y de cabotaje; porque tal vez ese fan atento habría podido advertir una cualidad premonitoria detrás del tono apocalíptico. Che paren, ¿alguien entiende de qué habla? ¿No leyeron la quinta estrofa?

Hubiera estado bueno. Porque inevitablemente llegó el tiempo de la schadenfraude.

Unos días después de la derrota final, se armó un escandalete cuando un grupo de teutones demostró una insolencia doble: nos gastaron después de habernos ganado. Inaceptable. Eso no lo pueden hacer. Acá la gastada arranca desde mucho antes de ganar o siquiera competir; y se intensifica cuanto más sufre el rival a manos de otros. No sólo eso; participan políticos, jugadores, granaderos, medios grandes y pequeños, multitudes autoconvocadas. La gastada con nosotros es distinta, porque nos define. Es una expresión más de esa pasión de la que hablan las publicidades que tanta plata invierten para justamente definirnos.


(Paréntesis para una brillante escena de Community que en apenas 18 segundos recorre algunos de los clichés que los publicistas argentinos abrazan sin ironías a la vista).

Por eso el privilegio es unidireccional y nuestro. A nadie acá se le ocurriría aguar la fiesta con alguna mención de escrúpulos, prudencia, modales o tonterías por el estilo a lá Der Spiegel. ¿Cómo se va a poner la prensa en contra? Sería como tirarse contra el dulce de leche. Contra la pasión, el alma, la garra, etc. Y definitivamente no sería amar a Argentina o a la bandera. Sería, más bien, como que todo lo contrario.

Así planteado el asunto, es lógico que surjan defensores a la altura. Y no hablo de Garay, o Rojo. Como para dejar en claro la gravedad de la infracción, un famoso relator recientemente galardonado por su labor periodística respondió al agravio tildando a los insolentes, lisa y llanamente, de nazis. Así, se responde al límite cruzado con munición de igual tenor. No hay que ir con chiquitas cuando se jode con el fútbol, o lo que es lo mismo, la patria.

En suma, es muy posible que el fútbol, como dice Gillette, nos haga mejores argentinos. El tema es si nos hace mejores personas. Ahí el jurado todavía no volvió al recinto, pero cualquiera sea el veredicto seguro que el Mundial no tiene la culpa.


Bad Moon Rising
John C. Fogerty

I see the bad moon arising.
I see trouble on the way.
I see earthquakes and lightnin'.
I see those bad times today.

Don't go around tonight,
Well it's bound to take your life,
There's a bad moon on the rise.

I hear hurricanes a blowing.
I know the end is coming soon.
I fear rivers over flowing.
I hear the voice of rage and ruin.

Well don't go around tonight,
Well it's bound to take your life,
There's a bad moon on the rise.

Hope you got your things together.
Hope you are quite prepared to die.
Looks like we're in for nasty weather.
One eye is taken for an eye.

Well don't go around tonight,
Well it's bound to take your life,
There's a bad moon on the rise.

Don't come around tonight,
Well it's bound to take your life,
There's a bad moon on the rise.




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