miércoles, 5 de marzo de 2014

Apostilla a "Gravedad"



No vi la entrega de los Oscar y no sé bien quién ganó qué. Hace muchos años que la ceremonia dejó de interesarme, así como sus criterios. No es por pasar por anti-establishment, porque admito con naturalidad que desde chico y durante década y media más fui un fan declarado y sentí la "magia" de Hollywood en carne propia. Lo adjudico más a haber nacido en la generación de Spielberg — y, sobre todo, de John Williams — más que a cualquier cholulismo, ya que siempre vi a los actores como actores. La decepción que siguió a ese idilio fue gradual y lenta, pero definitiva. No me quejo; yo crecí con E.T. e Indiana Jones; los preteens de hoy tienen a Crepúsculo y Tarantino.

Volviendo a la entrega, sí sé, por lo menos, que Gravedad anduvo por ahí y se llevó algunas estatuillas. Perfecto, aplaudo la coincidencia. No tengo que aclarar que aunque no hubiera ganado ninguna, seguiría siendo una de las mejores películas que he visto en el pasado reciente, incluso después de pasar con honores la prueba de la segunda vez a la que acceden las muy contadas películas que hoy logran generarme un mínimo entusiasmo, o que directamente merecen que las termine de ver.

Pero este post existe porque en mi recorrido periódico para desempolvar las novedades fílmicas de los últimos meses descubrí la reseña de noviembre de MaryAnn Johanson, la neoyorquina que escribe FlickFilosopher.com (uno de los sitios de cine online más antiguos de Internet), y me pareció excelente.

En particular, Johanson hace una observación de esas que me hubiera gustado pescar yo mismo:

Quizás lo más hermoso de Gravedad — y este concepto se lo debemos originalmente a la ciencia ficción — es la sensación de que la Tierra que rota bajo Stone [Bullock] y Kowalski [Clooney] no es una colección de lugares discretos y distintos, sino que es un solo lugar. Un solo Hogar. En Gravedad, no se trata de escapar de la órbita terrestre para llegar a Houston o el Lago Zurich, en Illinois (Stone le cuenta a Kowalski que ella vive allí), o a un lugar específico. Se trata de volver Abajo. A cualquier parte. Incluso en las tomas panorámicas del planeta, Cuarón no nos da ningún punto de referencia reconocible: no tenemos la bota de Italia, los Grandes Lagos, nada a qué aferrarnos. Sólo se ve verde, azul, y nubes. Es todo hogar. Es un concepto sobre el que deberíamos tratar de reflexionar más, porque muchos de los problemas actuales que nos parecen intratables — como el cambio climático — serían mucho menos intratables si viéramos al planeta como un lugar unificado en lugar de dividido.

Me parece un bello pensamiento, y extremadamente pertinente. Podría utilizarlo para decir que el mundo se reparte entre quienes lo ven (y lo viven) como un entrecruzamiento sin fin de divisiones, fronteras, conspiraciones, identidades, luchas de clase/religión/raza, conflicto permanente, etc. y quienes, sin ignorar lo anterior, se ubican en una capa más externa, una órbita si se quiere, desde donde entienden que a la distancia todos esos límites se difuminan y pierden sentido. Algunos logran subir a este punto escénico en vida, la mayoría parece hacerlo en su lecho de muerte.

Y aún si definiera estos dos grandes grupos, estaría cayendo en la misma trampa; porque todas esas posturas, esperanzas y dislates nos pertenecen a todos, y el mundo exterior es sólo una proyección de esto.


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Via | FlickFilosopher

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