sábado, 28 de diciembre de 2013

Velas



Cierta vez escuché referir que el pequeño Domingo Faustino Sarmiento, ya un lector voraz desde su niñez, solía esperar durante meses la llegada de libros de Europa en latín, francés e inglés (idiomas que había aprendido por su cuenta); los cuales, una vez en sus manos, consumía página tras página a la luz de la vela.

Desde hace unos días me permito la risible osadía de sentirme hermanado con aquel joven Sarmiento aunque más no sea en un aspecto: casi dos siglos después, redescubro el placer de leer bajo la lumbre de una llamita danzarina.

Tal vez porque llevo años imaginando escenarios de caos similares al actual -¿y hubo alguna crisis más anunciada que esta?- pero de mucha mayor intensidad, o por el esfuerzo que invierto en entrenarme para una vida menos dependiente de las distracciones modernas, la pérdida de internet o la compu no me afecta demasiado (el calor, lamentablemente, es otra historia). Simplemente muevo un switch mental y entro en modo offline, un poco lo que hago cuando paso unos días en la costa. Afortunadamente la transición es fluida. Es, tal vez, una de las tantas tácticas de supervivencia que adopto y que funcionan. La imagen del pequeño Sarmiento me ha ayudado siempre: seguramente a él no le habría afectado tanto perder el cable.

Vivir en un departamento de un piso alto tiene sus pros y sus contras. Por un lado, la perspectiva que brinda el asomarse a la ventana (el balcón, ay, es otro lujo que se añora) y apreciar la extensión del desmadre. Los gritos y puteadas que rebotan en la caja acústica que forman las paredes de edificios, terminados y a medio terminar, y que llegan al oído en estado prístino. El olor a humo que viene de las cubiertas que se queman en la avenida dos cuadras más allá, si uno tiene suerte de percibirlo (porque quiere decir que está soplando una mínima brisa). La interminable sucesión de pitidos y sirenas de bomberos, policías, ambulancias, o del auto que están intentando afanar en algún lugar de la boca de lobo en que se transformó la esquina.

Librado a las herramientas con las que uno nació, en la oscuridad, la reflexión surge más espontáneamente si uno logra distraerse de las gotas de sudor que resbalan por la espalda, el pecho, las sienes y mejillas. Los diarios y noticieros ya han registrado descripciones muy pintorescas y urgentes de la realidad que están viviendo miles (¿decenas de miles?) de personas en estos días de furia y récords térmicos. Y ataduras con alambre, por supuesto. No tiene sentido en seguir regodeándose en detalles o más efectos cuando el mensaje es claro.

Mirando desde el edificio, entonces, viendo a otros vecinos asomarse para boquear un poco de aire, no será la última vez que me pregunto por nuestra voluntad de entramparnos. De meternos en pajareras de cemento que con tanta facilidad se vuelven hornos de barro, que con la suspensión de un solo servicio pueden transformarse en cárceles tropicales de difícil acceso. Pero claro, aceptamos mucho más vejaciones cuando vivimos en una ciudad populosa. Y ese contrato implícito a mí me suena cada vez más ridículo.

Sin servicios, los edificios crujen. No fueron diseñados para eso. Están pensados para un sistema que funcione. Un poco como la república, o la democracia. Crujen ambas. Presuponen buena intención, y ese es el problema. Aquí también nos entrampamos una y otra vez celebrando o defendiendo diversas formas de insania, y después esperamos que las cosas salgan bien. Como todo efecto, la calidad de los servicios son una continuación natural de los estándares de quienes los gerencian o supervisan. Y por lo menos, los servicios tienen solución.

Alguna gente, decía el Comisionado Gordon, sólo quiere ver el mundo arder. Los botones de muestra que apenas esta semana se añadieron a la mercería que venimos acumulando fueron un par de ejemplares, tal vez más débiles, irascibles o simplemente más transparentes que el resto, que decidieron expresar su fino y sensible análisis sobre el tema; uno desde una posición pública, otro desde uno de los megáfonos subsidiados del poder político. Estos indiscretos serán tal vez reprendidos pero volverán a la manada, ya que lo grave no es el culto libre del hate speech que haría las delicias de Biondini, ni la lógica desquiciada de sus dichos; el tema es que lo dijeron en voz alta y en una época un tanto complicada.

Lo bueno de los embates de la adversidad es que vienen siempre acompañados de la oportunidad de perspectiva. Uno llega a apreciar realmente los momentos en que la luz vuelve, como una bendición, y eso que su situación no se compara con las de los miles (¿decenas de miles?) de indefensos que pasan varios días a oscuras y sin agua. Como en el caso de los saqueos, se pone de relieve la fina línea que nos separa de la Edad de Piedra y cuánto dependemos en definitiva únicamente de aquello que no podemos llevarnos.

Los problemas energéticos no son nuevos, y no se espera que cedan en un futuro cercano. Habrá que aguantar. Antes de que la carencia se convierta en crisis hay lugar, pese a todo, para el encanto en esta austeridad forzada. De nuevo esas pequeñas tácticas que se comparten con la descendencia. Llenar la bañera, administrar hasta el inodoro (if it's brown, flush it down; if it's yellow, let it mellow), meter objetos en la heladera de a lotes para no tener que abrir y cerrar. Y tener a los chicos leyendo codo a codo en silencio con uno es una experiencia que ni el cable ni la compu pueden reproducir.

Los problemas más cruciales y que realmente duelen son los otros, los llamados humanos. Otro punto de hermanación paradojal con aquel joven Sarmiento. La vela, de pronto, con sus silencios forzados, parece encarnar un rasgo de civilización. La barbarie grita en Twitter.


domingo, 22 de diciembre de 2013

El señor de los patos

Carl Barks en 1982

Todavía no había cumplido 5 años cuando tuve la suerte de graduarme del Upa! de Constancio C. Vigil y pasar a leer las historietas del Pato Donald que tanto me fascinaban. En realidad, suerte fue la de poder acceder a lo mejorcito que produjo Disney en las historietas de esa época gracias a la pluma y la mente de Carl Barks.

Barks fue uno de los mejores historietistas de la historia, según dicen los que saben. Fue también el creador de Patolandia / Patoburgo y de muchos de los personajes secundarios que la habitaban, como Giro Sintornillos (conocido también como Ungenio Tarconi en España), o los Cortapalos. Pero sin duda su creación magna fue Tío Rico / Rico McPato (Tío Gilito en España).

Primera aparición, genio y figura
La primera aparición de Tío Rico como protagonista fue en Only a Poor Old Man (Sólo un pobre viejo), publicada en 1952. Esta es la historieta que leí de chico y que me dejó una impresión perdurable. Ya desde entonces (y en contraste con la sistemática subestimación que se hace corrientemente de la capacidad de los niños) podía percibir la ironía, el edge, el punch del guión que se mezclaba con la aventura fantástica. Aún hoy sigue siendo mi historieta favorita.

McPato nunca era un personaje accesible. Pero en compañía de Donald y sus tres sobrinos, se suavizaba. Había algo en las historietas que tenían a todo el grupo familiar embarcándose en aventuras bizarras que no aparecía en los episodios donde estaba cada uno por separado. Algo más delirante, más particular.

En esta apreciación temprana no estaba solo, aunque no pudiera saberlo. Escribe el periodista del WSJ Tim Marchman:

John A. Kouwenhoven, el gran estudioso de las artes norteamericanas de mitad de siglo, tenía una teoría con respecto al rasgo característico de las formas de arte nativas. La clave de alcances culturales como el jazz y el rascacielos, sugería, era la tensión subyacente entre el orden -observable en el patrón de rejilla superpuesto a escala continental sobre ciudades y granjas- y el ritmo espontáneo y discontinuo; el mismo que se siente en la forma en que Mark Twain hilvana una historia o en la prosodia de Walt Whitman. Kouwenhoven señalaba a los comics como un ejemplo particular "que no busca ningún fin regido por simetría o proporción".  Las creaciones de Carl Barks muestran exactamente lo que quería decir.

Por supuesto que yo estaba muy lejos de entender lo que significa prosodia, o de identificar tensiones y ritmos. Muy probablemente, sólo sentía todo esto a medida que leía. Algo similar puede haberles ocurrido a Spielberg y Lucas, que tomaron a los patos de Barks como molde para sus héroes de aventuras, y a la aventura de Tío Rico The Seven Cities of Cibola como inspiración directa de la clásica escena del peñasco rodante en Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981).


Y es que Rico McPato no era sólo un magnate de cartón, una especie de viejito de Monopoly sin más personalidad que un póster de Tío Sam, más allá de su transferencia directa al imaginario popular -que suele nutrirse, no casualmente, de imágenes y dinámicas de comic- como una representación precisa del "1% privilegiado" en el mundo real. McPato en la pluma de Barks era increíblemente avaro (de ahí su nombre en inglés - Scrooge - levantado del Cuento de Navidad de Dickens), sí; y tan irascible como manipulador y obsesivo, pero también era corajudo, perseverante, incansable, astuto, y tan pronto para abusar de sus parientes directos -Donald, normalmente- como para permitirse muestras de afecto y hasta protegerlos con su vida llegado el caso. Era, en suma, un pato de carne y hueso.

Cómo héroe de aventuras, el personaje tenía la presencia de un profesor Lidenbrock o un profesor Challenger, pero claro, mucho más venal y sin formación académica:

Al leer historias como Back to the Klondike (De vuelta al Klondike) o The Secret of Atlantis (El secreto de la Atlántida), lo primero que uno nota, aunque ya lo sepa de antemano, es cuán eficiente era Barks como dibujante y narrador. En la segunda historia mencionada, le alcanzan 6 paneles para establecer todo lo que el lector necesita saber. Una imagen de Tío Rico sentado en una pila de dinero. Otra de él caminando en círculos sobre el surco grabado en el suelo de la "Habitación de la preocupación"; otra que lo muestra ceñudo mientras evalúa contratar a un cazador de morosos para que persiga a Donald, que le debe diez centavos. La historia se amplía rápidamente y sigue a Tío Rico engañando a Donald para que se cobre los diez centavos a sí mismo, elaborando un plan para adquirir todas las monedas acuñadas en 1916 existentes en el mundo; de ahí a una pelea en el Atlas Pie Co, y a la revelación de que la Atlántida está poblada por descendientes de los antiguos egipcios, que usan anguilas eléctricas para hacer funcionar máquinas de música. Todo fluye como un arroyo.

Con la reedición de uno de los tomos de Barks, el sitio www.fantagraphics.com permite la descarga de un sample en PDF de 18 páginas de esta primera famosa aventura de Tío Rico. Ahí se aprecia su afición imposible por el dinero (así como la relación fundamentalmente táctil que mantiene con la fortuna que guarda en su inmensa bóveda/depósito/mausoleo), y el duelo físico y mental que mantendría de aquí en más con el grupo de presidiarios de los Beagle Boys (los Chicos Malos o Apandadores en España), sus enemigos más tenaces. El sample alcanza para apreciar el ingenio que recorre toda la aventura y que ya es evidente desde los primeros paneles, con los "sabios" consejos financieros que McPato le imparte al eterno buscavidas de su sobrino.

Paneles de Only a Poor Old Man

Cuando Barks murió en el 2000 a los 99 años, ya era una figura reconocida y respetada en todo el mundo. Pero trabajó dos décadas en el completo anonimato, hasta que un día recibió la primera carta de un fan. Esto es lo que le respondió:
El noventa y nueve por ciento de los lectores cree que Walt Disney escribe y dibuja todas esas películas y comics en el tiempo que le queda cuando deja el martillo y el serrucho con los que construye Disneylandia. Es un placer para nosotros, los escritores y artistas anónimos, encontrarnos cada tanto con un persona sofisticada que sabe que esto no es así en absoluto.
Hace más de 30 años, en un mundo libre de críticas e interpretaciones sesudas, Carl Barks marcó la diferencia y me habló directamente.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Dónde está LEGO en CERN-land


A esta altura muchos si no todos habrán oído hablar de Google Street View, la tecnología de Google que nos permite casi casi jugar a Myst pero en entornos reales y que hace un par de meses incluyó a Buenos Aires.

Esta vez le tocó al CERN (siglas de la Organización Europea para la Investigación Nuclear), el inmenso laboratorio que en 2012 fue noticia por haber detectado un bosón de características similares a las del elusivo Higgs.

Ya el Google Street View parece un juego, pero los científicos del CERN decidieron llevar la idea más allá. Antes de que llegaran los muchachos de Google con sus cámaras, escondieron 20 figuras de LEGO en los dos pisos del centro de cómputos y anunciaron una "búsqueda del tesoro" pública por medio de Google Street View.

Los participantes tienen tiempo hasta el 31 de enero para encontrar al menos 3 figuras LEGO y enviar sus capturas de pantalla (detalles aquí, ¡incluidos mapas para la búsqueda!). Después se hará un sorteo y el afortunado ganador podrá elegir un regalo de la tienda del instituto.

El laboratorio es grande y hay que tomarle la mano a la navegación con GSV, pero la cosa tiene ese encanto clásico que conocen los fans de los libros de Wally y de todos esos juegos casuales donde hay que buscar objetos. Con el agregado del inmenso factor geek, por supuesto. Los LEGOs aparecen como duendes pescados in fraganti mientras juegan entre los cables y los gabinetes. Abajo está mi único descubrimiento hasta el momento:


¡Ajá? Algo sospechoso arriba de ese armario... a ver el zoom...

¡Piedra libre para... eh, Pocahontas?


Pueden empezar a jugar aquí.


jueves, 19 de diciembre de 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

Pronto y ahora




¿Cuándo importa el ahora?

Mi hijo de 5 años tiene tarea. Como en primer grado va a tener tarea, es bueno que ya empiece a forjar el hábito. Por lo menos, esa es la teoría.

(Por supuesto, el único motivo para que tenga tarea en primer grado es asegurarse de que esté listo para segundo grado. Y el único motivo para que tenga tarea en segundo grado...)

Los estudiantes secundarios con ambición de futuro se embarcan en un programa académico riguroso que los preparará para la universidad. Y, ya en la universidad, tomarán clases que los prepararán para el mundo laboral. Por lo menos, esa es la teoría.

Después de graduarse, aceptarán trabajos aburridos, de bajo salario y por debajo de su nivel de capacidad con la esperanza de que, si aprenden a seguir órdenes y se ganan la simpatía del jefe, pronto estarán bien posicionados para conseguir un trabajo realmente bueno. Pronto, estarán empleando su tiempo en tareas estimulantes, promoviendo cambios duraderos, y resolviendo problemas reales.

Pronto.

¿Cuándo importa el ahora?



--Steve Miranda


(Traducido del blog Reeducate Seattle)



viernes, 13 de diciembre de 2013

Música de viernes: I bless the rains



El grupo coral esloveno Perpetuum Jazzile hace un maravilloso cover acústico, a capella, del clásico pop de Toto, Africa.

Curiosos los caminos del arte: este video, que a la fecha lleva más de 15 millones de visitas en Youtube, fue el responsable de que en mayo de este año la canción Africa resucitara en los charts neocelandeces (y los charts de iTunes) y alcanzara el puesto nro. 5. ¡Una performance superior a la que tuvo el tema original, hace 30 años!

Atención a los muy ingeniosos "efectos atmosféricos".



Africa

I hear the drums echoing tonight
But she hears only whispers of some quiet conversation
She's coming in 12:30 flight
The moonlit wings reflect the stars that guide me towards salvation
I stopped an old man along the way,
Hoping to find some old forgotten words or ancient melodies
He turned to me as if to say, "Hurry boy, it's waiting there for you!"

It's gonna take a lot to drag me away from you
There's nothing that a hundred men or more could ever do
I bless the rains down in Africa
Gonna take some time to do the things we never had

The wild dogs cry out in the night
As they grow restless longing for some solitary company
I know that I must do what's right
As sure as Kilimanjaro rises like Olympus above the Serengeti
I seek to cure what's deep inside, frightened of this thing that I've become

Hurry boy, she's waiting there for you

It's gonna take a lot to take me away from you
There's nothing that a hundred men or more could ever do
I bless the rains down in Africa, I bless the rains down in Africa
I bless the rains down in Africa, I bless the rains down in Africa
I bless the rains down in Africa
Gonna take some time to do the things we never had


jueves, 12 de diciembre de 2013

Razón #375 para hacer ese curso anti-stress



Había una vez un tiempo de inocencia individualista en el que nos figurábamos más o menos separados del resto del mundo. Un tiempo en que nos repetíamos, como consuelo, que nuestros muchos mambos acumulados a lo largo de los años no molestaban en definitiva a nadie más que a nosotros mismos o, a lo sumo, a quien nos tuviera que soportar de cerca.

¿Escuchan eso? Es el sonido de otra ilusión agrietándose. Como si uno no tuviera las manos llenas lidiando con los problemas de la propia existencia, un nuevo e inquietante estudio publicado en la sección Neuroscience de Nature.com nos sugiere que nuestros traumas, triggers y miedos no sólo pueden afectar nuestro entorno más o menos cercano (algo de fácil verificación con cualquier modelo casero de contagio psicológico) sino que pueden transferirse directamente a nuestra descendencia valiéndose de, cuándo no, esos molestos genes.

Los experimentos mostraron que un evento traumático podía afectar el ADN del esperma y alterar los cerebros y el comportamiento de generaciones subsiguientes. (...) El profesor Marcus Pembrey, del University College London, afirma que los descubrimientos fueron "muy relevantes para los casos de fobias, ansiedad y trastornos por estrés postraumático" y que brindaron "indicios convincentes" de que existe una forma de memoria que se transmite entre generaciones.

"Es hora de que los investigadores abocados a temas de la salud pública se tomen en serio las respuestas trasngeneracionales humanas", agrega.

"Sospecho que hasta que adoptemos un enfoque multigeneracional no terminaremos de entender las razones del aumento de los trastornos neuropsiquiátricos, ni de la obesidad, la diabetes o cualquier tipo de disfunción metabólica."

Todo esto tiene que ver con el estudio de la epigenética, es decir, de las variaciones de expresión de los genes (fenotípicas) que no surgen de un cambio en la secuencia de los genes mismos, sino que se inducen por cambios en el entorno. Y que se heredan.

Estas líneas de investigación trabajan en la frontera de la ciencia de nuestros días, con resultados que no se comprenden aún en su totalidad. Lo que está claro es la inadecuación de ciertos axiomas de la genética clásica. Me gusta compararlos con la papilla que hizo la astronomía moderna (desde la misma invención del telescopio) con el concepto de la inmutabilidad de los cielos que antiguamente se presumía axiomático.

Tal vez estemos a las puertas de una revolución similar. De prosperar este estudio (que involucró ratones, olores y cambios en comportamientos), y sin mencionar los efectos potenciales sobre el tratamiento de las sintomatologías o enfermedades mencionadas, agregaría toda una dimensión nueva (biológica) a la noción de responsabilidad personal, y la importancia del breve lapso en que podemos ejercerla durante nuestro paso por esta tierra.

En otras palabras, puede ser que podamos dejar atrás algo más que actos, pensamientos, escritos o ejemplos. Nuestra misma reacción al mundo que nos rodea hoy puede tener más influencia de lo que imaginamos en la confección del mundo de nuestros hijos.

El estudio se centra en la transmisión de aspectos que podríamos llamar negativos e irracionales. Es probable que esto se deba a que son mucho más fáciles de observar. Pero la puerta queda abierta para indagar, por qué no, sobre la transmisión de estructuras más complejas. Si los males pueden pasar, ¿qué hay de las virtudes? Tal vez la respuesta a esa pregunta sea la base de la próxima revolución.


Via | BBC News

martes, 10 de diciembre de 2013

Hour of Code: ¿qué quieres programar hoy?




Hace un par de posts me ponía nostalgioso y lamentaba la suerte que habían corrido aquellos primeros movimientos para la enseñanza de programación en la escuela, que coincidieron con la irrupción definitiva de las computadoras personales en nuestras vidas de todos los días.

Comentaba cómo me parecía extraño y paradójico que a pesar de que ese footprint tecnológico no ha hecho más que aumentar, los esfuerzos escolares en el sentido de entender el fenómeno parecen haberse estancado en una rutina utilitaria mucho menos interesante que lo que hacían suponer esos primeros pasos de unas décadas atrás; un "retroceso" a nivel mundial que acompañaba progresos como la simplificación de las interfaces y la accesibilidad masiva a prodigios de la capacidad computacional.

Fue entonces algo poco menos que providencial que ayer me encontrara con un link perdido e intrigante al pie de la página de Google. Siguiéndolo llegué al sitio de Code.org, una ONG dedicada al fomento de la enseñanza de programación en todos los niveles educativos, y que en estos momentos está llevando adelante un programa de mucho interés y relevancia para mis cavilaciones anteriores.

El programa se llama Hour of Code, y es literalmente una invitación extendida a personas de 8 a 106 años para que hagan sus primeros pinitos en programación en la forma de un mini-cursillo online, gratuito, multi-idioma y orientado a la práctica inmediata.

Bajo el slogan de "Anybody can learn", el mensaje central de Hour of Code es que cualquiera puede programar, y como para reforzar esta idea el video introductorio cuenta con la participación de personalidades disímiles como Bill Gates, Shakira, Angela Bassett, Mark Zuckerberg, Ashton Kutcher, etc. entre otros deportistas, artistas y hasta científicos de NASA.

Si uno acepta el desafío y presiona el botón de Comienzo, podrá resolver 20 ejercicios de dificultad gradual que lo llevarán de la mano en un tour por las estructuras básicas de todo lenguaje de programación moderno (do-while, repeat-until, if-then-else, etc). Los ejercicios son puzzles muy sencillos que consisten, por ejemplo, en ayudar a un personaje a recorrer un laberinto por medio de instrucciones que se arman con bloques visuales al estilo de Scratch (para los que se animen, también hay un botón que permite traducir el pseudocódigo a un simple listado en Javascript).

Y por supuesto, las comparaciones con LOGO son inevitables. ¡Cómo no podrían serlo! Como dije, los puzzles son visuales y extremadamente sencillos -el foco está en los bloques de instrucciones- y tienen el encanto adicional de estar protagonizados por los archiconocidos personajes de Angry Birds y Plants vs. Zombies.


Confesión: siempre estuve del lado de los cerditos.

Cada cierto número de ejercicios, una vez que ya se domina una estructura, aparece un video de 2 minutos que introduce la siguiente herramienta. Estos videos están narrados por algunas de las celebrities espónsor (la idea está buena, aunque da un poco de gracia ver a un Zuckerberg medio perdido mientras lee tarjetas fuera de cámara, por no mencionar a Gates explicando risueñamente la importancia del IF-THEN).

Al terminar los 20 ejercicios el participante recibe un diploma personalizado y pasa a engrosar las estadísticas de líneas de código completadas (al día de hoy, notablemente, las chicas representaban el 56% de cursos terminados contra el 44% de los varones).

Y la cosa no termina ahí, ya que la idea es que la experiencia sea una plataforma de lanzamiento. Inmediatamente después del curso introductorio aparece una página donde los interesados pueden encontrar un vergel de ofertas de cursos gratuitos para principiantes (incluidos algunos de Stanford y Coursera.org): temas como Ruby, Python, PHP, HTML5, incluso programación offline, todos categorizados en áreas de interés (robótica, desarrollo web, etc), según sean aplicaciones para escritorio o móviles, y destinadas a chicos de primaria, secundaria, universitarios o de cualquier edad. Code.org parece querer evitar a toda costa que la gente se abatate o tema dar el siguiente paso: para ello presenta muchos caminos para continuar con este viaje apasionante.

El sitio incluye además muchos recursos para educadores y padres y alienta expresamente a trabajar con las comunidades locales, escuelas, familias, etc. para difundir las bondades de las ciencias de la computación. En la sección How to Help uno puede enterarse de cómo introducir el programa en su su propia escuela o comunidad, y queda registrado en la página con mapa y todo (de momento, Argentina está representada por un/a valiente del laboratorio de informática del colegio Sagradísimo Corazón de Jesús, Moliére 810, quien al parecer ya trabaja con Scratch).

Me encanta cómo el sitio va al grano y no pierde tiempo en introducciones o historias. La definición del hands-on. Dice miren, háganlo, vean qué fácil; fíjense ustedes cuánto hay de mito y excusas. Tiene una actitud envidiable que contagia e inspira. Por último, está claramente interesado en que el movimiento continúe más allá de la degustación y de inmediato pone un montón de ofertas al alcance, como para que uno aproveche el impulso. 

Hour of Code me parece una de las iniciativas más didácticas, entretenidas y enfocadas que he visto para difundir al menos de qué se trata la ciencia-arte de la programación, o para empezar a entender, como menciona uno de los participantes de los videos, por qué "es lo más parecido a tener superpoderes".



Nota: el idioma predeterminado de todo el contenido es inglés. Pero los ejercicios están completamente traducidos al español, aunque la opción para cambiar el idioma está algo escondida en el rincón inferior izquierdo de la página. Así que tampoco quedó esa excusa.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El agridulce ocaso de las elites




Voy a aprovechar esta oportunidad para comentar dos eventos de esta semana que fueron notables no sólo por sus propios méritos, sino porque se combinaron como un brutal uno-dos a la mandíbula de algunas ilusiones de entre las tantas que construimos a diario para vivir y sobrevivir en Argentina.

Una de estas ilusiones refiere que el país tiene un nivel educativo más o menos bueno. Que zafa. Veo mucho de tradición en esta creencia, y de confianza en viejas glorias. Las justificaciones que oigo normalmente se escudan en ejemplos y comparaciones seleccionadas con cuidado entre aquellos casos que están aún peor. Curiosamente, esto se hace sin indicios de humor. No es raro que se remate con alguna verdad de Perogrullo, del tipo de que todavía "queda mucho por hacer", que parece poco más que una invocación a la misma gradualidad que actúa como narcótico y que viene hirviendo esta rana desde hace demasiado tiempo: la idea de que los problemas se van a ir solucionando, de que es todo una cuestión de recursos, de que en definitiva alcanza con tirar plata e infraestructura encima, o de que dichos problemas están totalmente divorciados de la paradoja de un contexto social diseñado para jugar perpetuamente en contra.

Las imágenes y testimonios que nos llegan de Córdoba pueden dar lugar a mil interpretaciones y/o lecciones. Por ahora, prefiero quedarme con la confirmación de varias sospechas con respecto a la presión que viene levantando el magma bajo las placas, junto con la constatación de que las "sensaciones" eran, por supuesto, proyecciones basadas en la realidad más evidente, dado que la Policía parece ser la última línea de defensa antes del colapso de la civilización, o por lo menos de la aparición de escenarios de Far West / Zombie Apocalypse modernos, completos con vecinos armados, puntos fortificados e intentos de linchamiento. Aunque la pregunta inmediata que me surge es, ¿no será que la civilización ya cayó, y la policía -o las leyes, o lo que queda de los organismos de cumplimiento- están solamente sosteniendo el tinglado?

Lo cierto es que removido momentáneamente el tapón de la fuerza pública brotan como un géiser los episodios de caos y destrucción, y desfilan las ya familiares imágenes de saqueadores cargando a los apurones cervezas, ropa, celulares, electrónicos y por supuesto LCDs (el artículo icónico, tal vez, de la concepción argentina de welfare y cuya sinergia con la recientemente designada necesidad básica nacional, El Fútbol, ilustra como pocos ejemplos el disloque que sostiene la pantomima), y usando como transporte lo que venga, sean autos, motos o carretillas.

La incómoda comprobación de que el tejido social del tan manoseado "pueblo" está tan destartalado que necesita presencia policial 24/7 para mantenerse en pie puede llevar a conclusiones rápidas que esconden escapes sutiles. Será por mi costumbre de mirar patrones y sistemas que desconfío de las compartimentaciones y tiendo a ver los fenómenos como una presión continua donde los hilos se cortan por las partes más finas. En otras palabras, me interesa más analizar un poco el caldo en el que se cuece este guiso particular, y sobre todo -sin nunca deslindar responsabilidades directas- en qué forma lo condimentamos aquellos que nos sentimos del otro lado de la raya que trazamos en el suelo.

Mi opinión, y estoy al tanto de su escasa originalidad, es que estamos viendo una expresión más de la disfunción nacional que tiene que ver con la bancarrota ética que sufrimos y celebramos con igual intensidad desde hace demasiado tiempo.

Si con el golpe a la mandíbula uno queda groggy no es tanto por el impacto puntual sino por la frecuencia con que se suceden imágenes similares a estas, como postales de un lugar extraño. No tenemos que buscar las instancias más impresionantes: las más reveladoras de hecho son las anodinas, las que asombran por lo triviales o innecesarias. Están por ello, creo yo, más cerca de la base del problema. Consideremos el ejemplo del camión de gaseosas que volcó en la ruta hace unos días. Las imágenes de TV mostraban cómo los autos paraban expresamente su marcha no para ayudar a la recolección, sino para hacerse rápidamente con un botín carbonatado.

Podemos imaginar una justificación probable, porque internamente mantenemos y curamos una base de racionalizaciones a mano, como una base de aperturas de ajedrez: las únicas perjudicadas son al fin y al cabo las empresas de gaseosas, y como son grandes y privadas son malas; ergo, afanarme una botella es justo, casi te diría heroico. Pongámosle un moño al razonamiento. Y si eso falla, es una botellita, che.

Tal vez nos gusta engañarnos con la idea de que el tamaño o el impacto de lo sustraido está en relación directa con la gravedad del hecho. Tal vez haya casos en que se justifique más tolerancia; la realidad sin embargo parece indicar que esta racionalización se usa libremente. En el seno de este pensamiento ejercitado una y otra vez está el mismo germen que dispara los hechos más graves cuando todo se reduce a una cuestión de escalas.

El nativo de estas tierras manifiesta tal amor por la transgresión indiscriminada (la que ya se hace por placer) que es prácticamente un estigma cultural, invisible de tan asimilado, que no distingue entre estratos, estilos de vida ni profesiones, y que se expresa desde el vandalismo endémico del espacio público hasta las declaraciones juradas de los que administran los destinos -e irónicamente, la situación fiscal- de millones. El condimento que habitualmente sella la decisión de encarnar una vez más el dicho "la ocasión hace al ladrón" es el de la pulsión consumista, que tanto se inocula para vender celulares como para terminar identificando a una persona con lo que posee o idolatra. Eventualmente, esas posesiones/idolatrías se convierten en fines últimos. Trofeos por los cuales vale torcer cualquier regla, o incluso matar o morir.

¿Es justo enfocarnos en los saqueos de Córdoba como un hecho aislado?

NADA MÁS IMPORTA. Oliver Stone, de Salvador a sponsorear mensajes tóxicos para DirectTV.
Más allá de que estos eventos lastimosos se "resuelvan" y pasen al olvido la semana que viene, se superpusieron esta vez con la noticia de la publicación del último test PISA (PDF, en inglés), un estudio fantástico que en lo personal vengo siguiendo desde hace unos años con el consiguiente desaliento que acompaña cada nueva edición, que la verdad duele y es justo que duela. Es difícil que la desafortunada conjunción de ambas noticias no sugiera un correlato, aunque el vínculo no sea del todo admisible o justo.

El test PISA puede tener sus problemas. Puede no ser óptimo para retratar correctamente procesos emergentes, como afirman sus detractores, y eso se corroborará o no en los años venideros. En otras áreas del informe, no relacionadas directamente con la evaluación de conocimientos, tropiezan también otros países desarrollados. Pero el impacto de la fotografía instantánea, de la afirmación "los chicos de 15 no entienden frases simples", es innegable y resquebraja esa ilusión perenne del argentino medio ilustrado, sobre todo si pensamos que todavía tenemos a nuestro alrededor los ¿últimos? coletazos de las generaciones que fueron educadas con otros estándares, y no tenemos mucha noción de lo que se nos viene encima.

La ficción y el oscurantismo que rodea a la educación en Argentina es similar a la que veo envolver a la ciencia y la tecnología. Pienso que tal vez convenga revisar más profundamente de qué hablamos cuando decimos "ciencia". A mi entender, no hay presupuesto ni show faraónico que disfrace la real vocación científica de un país que practica la distorsión -por mencionar una de las más populares- de índices esenciales como práctica sistemática: es nula. No podemos ni empezar, lo que parece ser la meta.

El interés por la ciencia es un subconjunto del interés por la observación objetiva de la realidad, y cuando en una sociedad este interés tiende a cero o es directamente negativo (se ocultan datos, se ataca la misma noción de objetividad, se alientan pasiones y frivolidades, se aplica lógica de facción, etc.) no hay mucho más que decir. Esta actitud está en la raíz de que "nada funcione", como reza la correcta percepción popular. Engañarse en este punto es no entender el principio que anima tanto a la ciencia como a cualquier búsqueda de la verdad. Es, en el mejor de los casos, estar hablando de otra cosa. En el peor, abrir una caja de Pandora.

Y hablando de intereses reales vs. ficticios, Guillermo Jaim Etcheverry una vez más da en el clavo con una frase sencilla: "Acá hay un desinterés por el saber", una versión más suave del desprecio por el conocimiento al que aludía en su famosa obra La tragedia educativa. No es necesario buscarle el pelo al huevo, la disfunción es de fondo. No hay interés por números reales, no hay interés por la realidad, no hay interés por el saber, y la conclusión incómoda es que no hay interés por cambiar la situación de nada ni nadie; sólo mantener la ilusión de remar en el vacío.

Conviene ser honestos con uno mismo y hacerse las preguntas difíciles. ¿Cuánto creemos en el valor del "saber" que menciona Etcheverry? Por un lado, para una enorme cantidad de personas el "saber" es una entelequia inútil, una distracción de beneficios difusos que no garantiza ni el nuevo celular, ni la cena afuera, las pilchas o el depto. Mucho menos el éxito -- prendamos el televisor para comprobarlo con más contundencia que mil libros de sociología.

Pero incluso entre los que intuyen algo más parece haber una enorme desorientación, rutinas -mandar a los chicos al cole entre ellas- que se siguen muchas veces por inercia pura. Como si el educar fuera una acción estrecha y mecánica que se terceriza a una institución, desconectada de toda planificación o entendimiento de la importancia estratégica que tienen ciertos conocimientos vitales para el desarrollo de un chico en una edad-esponja. Y no hablo de los de matemáticas o comprensión de textos, contenidos inocentes que no resuelven - no podrían- el problema real, sino de los que vienen adosados a aquellos en forma de esfuerzo, valores y virtudes cuya difusión y desarrollo nutren los aspectos más admirables de nuestra especie.

¿Valdrá la pena todo eso?

La película de Mike Judge Idiocracy; mucho humor negro para retratar una sociedad futura
en la que el saber decididamente ya no ocupa lugar

Sigue Etcheverry: "Es sugestivo que la cantidad de alumnos con altos niveles de comprensión lectora sea sólo de 0.6 % en el país (2,5 % en la CABA, 13 % en Canadá, 25 % en Shangai), lo que demuestra que ni siquiera contamos con una elite a la que le interesa la educación." ¿Quién iba a decir que íbamos a lamentar no tener más elites? Aunque supongo que la idea era que desaparecieran porque todos nos habíamos puesto a su alcance, y no por el motivo contrario. De todas formas el concepto de élite es convenientemente vago y flexible. Hablemos, en cambio, de percentiles sobre bases de rendimiento uniformes, y tal vez descubramos que las elites de hoy eran los alumnos medios de hace unos años, y que no es que ellos avanzaron sino que el mundo entero dio un paso atrás. ¿Dejaremos entonces la semántica de lado? Las elites nunca fueron el problema real.

La rana se hierve. Los apologistas designados a tal fin llamarán a los fracasos manifestaciones de procesos estructurales en marcha, o algún eufemismo por el estilo. Existe una mínima chance de que tengan razón. Pero yo pienso que las fotografías escrachan cómo supuran los poros de una sociedad golpeada y con hemorragias internas. Que se corresponde con los machucones que deja la pulverización de las leyes y las formas en lo externo.

Olvidemos a la dirigencia, que justamente por su posición, responsabilidad y actitud general se erige como el principal actor de destrucción. Toda la cháchara sobre educación se estrella con la siguiente frase bestial, amenaza, discurso de barricada o delito directo. La educación requiere esfuerzo, amplitud, autoevaluación, amor por la objetividad, perspectiva y espíritu de duda, todos valores en fuga; no alimenta militancias ciegas ni sirve para crear una base electoral confiable (por lo dependiente) sino que más bien conspira contra todas estas cosas. Es básicamente imposible que la educación sea una prioridad política. La sociedad está librada a su suerte, y el tema es que no le encuentra la vuelta que debe empezar a buscar a nivel individual.

El riesgo anunciado es que pasemos el punto de no retorno. Que esta disfunción se arraigue en un sedimento más tenaz y nocivo que cualquier crisis económica. Que la insania y la violencia, definitivamente instaladas en el centro del pulpo, se filtren por las grietas a todos los estratos como un modus vivendi definitivo, y que ética, respeto o responsabilidad personal pasen a ser conceptos "de elite", esa misma que ya no existe. Un plan casi perfecto.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

Nerd vs. Geek: ayuda visual




Para aquellos que no lo tengan visto (ya tiene unos años), este práctico diagrama de Venn es una excelente guía para desentrañar la confusa taxonomía de etiquetas que los sajones utilizan para describir a los habitantes de ese gran continuum del social awkwardness. Es sin duda una herramienta de gran utilidad en vista de que dichas etiquetas vienen siendo adoptadas por otras lenguas y culturas sin mayor criterio.

El diagrama no parece tener autor definido pero desde hace unos años anda pululando por Internet, lo que por supuesto garantiza su absoluto rigor científico.