jueves, 3 de enero de 2013

Recuerdo de Ray Bradbury (1920-2012)


Ray Bradbury falleció a mediados del año pasado, a los 91 años de edad. El sitio OpenCulture lo recordó en un post afirmando que "Bradbury now joins Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein, and Philip K. Dick in the pantheon of science fiction."

Aunque en ese panteón la compañía sea más que distinguida, pienso que el escritor se sentiría algo fuera de lugar y lo tomaría como un puesto sólo honorario. 

Bradbury fue un autor esencial en mi juventud temprana y hace mucho que no lo leo. Últimamente, sin embargo, lo tengo muy presente. Lo suelo usar como botón de muestra para ilustrar algo que en rigor no necesita mucha ilustración: la desintegración en general de la calidad educativa en las escuelas en favor de, a mi entender, la homogeneización, la condescendencia y -sobre todo- la subestimación del niño. La anécdota puntual es que puedo comparar los libros que Santi recibió en 5to grado con los que yo mismo tuve 30 años atrás, en el mismo establecimiento, y evaluar el progreso (o no) específicamente en el campo del estímulo de las habilidades esenciales de la lectura y la producción escrita entre los niños.

El contraste viene así: hoy Santi y sus compañeros tienen como única asignatura en estas áreas el leer un librito titulado "Manuel Belgrano hace bandera y le sale de primera", de Adela Basch, autora al parecer difundida entre los colegios primarios y responsable de otros títulos como "Contemos uno, dos y tres y vayamos a 1810!" y "Las empanadas criollas son una joya". El libro está escrito en forma de obra de teatro en versos rimados, con font de 50pt. y por la longitud parece más un suplemento de alguna revista (todo esto no busca ser, desde luego, una crítica a la autora, ya que todo libro tiene su lugar). En este quinto grado de mentes suficientemente activas y diestras en el manejo de smartphones, perfiles de Facebook y videos en Youtube, la lectura del librito en cuestión es supuestamente obligatoria, pero durante las vacaciones de invierno, y el cumplimiento no será monitoreado ni se harán muchas actividades en clase sobre el tema. 

Hace casi exactamente 30 años (esa época de los dibujitos a la hora de la leche, cuando Mafalda jugaba a los vaqueros con Felipe en el parque y las tardes eran todas hojas en blanco para llenar de historias), me hallaba yo sentado en un banco del mismo colegio, tal vez en el mismo lugar de Santi, y fui testigo de un pequeño milagro. Aunque ya por disposición académica teníamos establecido un mini "círculo de lectores" en el aula donde circulaban Verne, Salgari, Melville, etc - con éxito dispar entre los alumnos, es menester decirlo, pero al menos todos tenían la oportunidad de asomarse al mundo de la literatura juvenil -, uno de nuestros maestros, tal vez más inteligente, perspicaz, o simplemente más valiente, decidió ir un paso más allá y comenzar a usar una de las horas de clase para leernos un libro. Este libro era Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, y el primer relato era "El verano del cohete". Recuerdo perfectamente el día, el sol entrando por la ventana, su figura en el escritorio. Los alumnos teníamos libertad para dibujar, mirar por la ventana o simplemente no hacer nada mientras escuchábamos la cadencia de la voz del profesor que desgranaba una trama simple, pero en lenguaje adulto; con expresiones enredadas, repeticiones (luego las llamaríamos aliteraciones) y algunas palabras muy curiosas. Todos habíamos comprado el libro en distintas ediciones y podíamos seguir la narración en nuestras propias copias (la tapa de la mía, de la editorial Minotauro, me resultaba algo perturbadora). 


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Mi edición de la vieja editorial Minotauro,
ilustrada -si no me equivoco- por el famoso Carlos Nine.

Desde ya que el libro no fue un éxito con todos los alumnos, pero las obras e ideas importantes rara vez tienen la intención de apelar a las masas: basta que llamen a los suyos casi en silencio, en el momento indicado, y operen la transformación. Así fue que plantada la semilla los más audaces nos aventuramos más allá del cuento requerido, aprovechando esas tardes fértiles para la exploración. "Leíste este?" "Ese también está bueno" "No entendí nada de este otro" El resto del libro era, sí, muy extraño; pero esos pocos audaces privilegiados ya habíamos pasado un umbral. Tal vez haya aquí un factor que explique más que una mera coincidencia. Leí por ahí que Bradbury señalaba a su infancia entre los 10 y los 12 años en Illinois como el periodo donde el mundo había cobrado una cualidad mágica y donde él comenzó a labrar sueños. Esto lo entiendo perfectamente, y creo que a través de sus relatos establecimos una conexión en la misma frecuencia.

Bradbury desconfiaba del rótulo de ciencia ficción, y en verdad sigue siendo inapropiado. Sus historias podían ambientarse en el entorno más trivial, pero casi siempre tenían una vuelta de tuerca fantástica. Cuando realmente escribía ciencia ficción, lo hacía de un modo totalmente distinto al de los pesos pesados de los años dorados del género con los que se lo asocia comúnmente. Era, como han dicho varios, el escritor de ciencia ficción para quienes no les gusta la ciencia ficción. No se molestaba con los detalles duros y creo que buena parte de su accesibilidad se basaba en que constantemente abstraía toda complejidad que pudiera distraer del primer plano en el que situaba a sus personajes y su historia; a diferencia por ejemplo de Clarke, quien dejaba que la maravilla se expresase en los intersticios de los átomos, en las distancias galácticas inconmensurables, o en la pasmosa grandiosidad de sistemas y situaciones frente a las cuales sus personajes sólo podían mantener una ilusión de control. Clarke desnudaba nuestra insignificancia frente al universo; Bradbury se zambullía en el espacio interpersonal. La ciencia, la tecnología, los mundos lejanos, las leyes físicas, no eran más que la utilería y los lienzos donde Bradbury pintaba aquello que quería señalar sobre la condición humana. 


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Una idea de cómo me sentía al leer la ciencia ficción de Ray.

Pero tal vez la característica y distinción más marcada es que cuando uno leía sus cuentos, el efecto perduraba. La sensación era de haber leído un tipo de poesía, alentadora, siniestra, tal vez cómica. Los efectos emocionales eran también similares. Su estilo era simple, más incluso que el de Asimov, y con tendencias líricas mucho más marcadas. Ese manejo estilístico le permitía salvar con elegancia las brechas de verosimilitud que requiere toda historia de ciencia ficción o fantasía, y así triunfaba allí a veces sobre Asimov, quien confiaba más en construir plausibilidad mediante la exposición minuciosa. Los cuentos de Bradbury siempre parecían apuntar a algo más, a una realidad de naturaleza onírica subyacente a la convencional que experimentamos a diario. Es posible que este sea el efecto más perdurable que me produjeron sus lecturas.

Varios amigos nos convertimos en fans, y con el tiempo leímos distintos libros. Aparte del célebre Fahrenheit 451 (1953) puedo recomendar dos de sus recopilaciones de cuentos: El País de Octubre (The October Country, 1955), lleno de relatos sombríos (recuerdo que me daba bastante miedo) y mi favorito al día de hoy: El Hombre Ilustrado (The Illustrated Man, 1951). 

De este último extraigo el que siempre fue MI cuento preferido (por algún motivo que no he podido discernir): Calidoscopio. Es un cuento corto, pero tiene muchas de las marcas del escritor. El final me parece muy apropiado para cerrar este recuerdo personal, y es a la vez una bella metáfora del paso de Ray por mi mundo hace unos cuantos años. Un paso corto, pero significativo, y en el momento preciso.

(Encontré el cuento en algún lugar de la web. Créditos al traductor español, de quien no tengo datos.)



miércoles, 2 de enero de 2013

Google Zeitgeist

Un nuevo año, un nuevo uso creativo para el motor de Google Maps, que a esta altura calculo debería tener estatus de patrimonio de la humanidad (junto con Youtube).

Esta vez se trata de recolectar resoluciones de año nuevo de todo el mundo. Las categorías incluyen salud (por ahora lleva la delantera en cantidad, parece), trabajo, educación, familia, amor, etc. Las resoluciones van cayendo sobre el mapa a un ritmo apto para lectura y se puede traducir al idioma que se desee.

Google Zeitgeist 2012

Se trata de un entretenimiento efímero pero también va acompañado de un video que incluye algunos de los eventos y personajes del año. Tal vez alguno se emocione, o tal vez soy sólo yo, pero es que los montajes con música de fondo generalmente me pueden.



Feliz comienzo del 2013.