sábado, 28 de diciembre de 2013

Velas



Cierta vez escuché referir que el pequeño Domingo Faustino Sarmiento, ya un lector voraz desde su niñez, solía esperar durante meses la llegada de libros de Europa en latín, francés e inglés (idiomas que había aprendido por su cuenta); los cuales, una vez en sus manos, consumía página tras página a la luz de la vela.

Desde hace unos días me permito la risible osadía de sentirme hermanado con aquel joven Sarmiento aunque más no sea en un aspecto: casi dos siglos después, redescubro el placer de leer bajo la lumbre de una llamita danzarina.

Tal vez porque llevo años imaginando escenarios de caos similares al actual -¿y hubo alguna crisis más anunciada que esta?- pero de mucha mayor intensidad, o por el esfuerzo que invierto en entrenarme para una vida menos dependiente de las distracciones modernas, la pérdida de internet o la compu no me afecta demasiado (el calor, lamentablemente, es otra historia). Simplemente muevo un switch mental y entro en modo offline, un poco lo que hago cuando paso unos días en la costa. Afortunadamente la transición es fluida. Es, tal vez, una de las tantas tácticas de supervivencia que adopto y que funcionan. La imagen del pequeño Sarmiento me ha ayudado siempre: seguramente a él no le habría afectado tanto perder el cable.

Vivir en un departamento de un piso alto tiene sus pros y sus contras. Por un lado, la perspectiva que brinda el asomarse a la ventana (el balcón, ay, es otro lujo que se añora) y apreciar la extensión del desmadre. Los gritos y puteadas que rebotan en la caja acústica que forman las paredes de edificios, terminados y a medio terminar, y que llegan al oído en estado prístino. El olor a humo que viene de las cubiertas que se queman en la avenida dos cuadras más allá, si uno tiene suerte de percibirlo (porque quiere decir que está soplando una mínima brisa). La interminable sucesión de pitidos y sirenas de bomberos, policías, ambulancias, o del auto que están intentando afanar en algún lugar de la boca de lobo en que se transformó la esquina.

Librado a las herramientas con las que uno nació, en la oscuridad, la reflexión surge más espontáneamente si uno logra distraerse de las gotas de sudor que resbalan por la espalda, el pecho, las sienes y mejillas. Los diarios y noticieros ya han registrado descripciones muy pintorescas y urgentes de la realidad que están viviendo miles (¿decenas de miles?) de personas en estos días de furia y récords térmicos. Y ataduras con alambre, por supuesto. No tiene sentido en seguir regodeándose en detalles o más efectos cuando el mensaje es claro.

Mirando desde el edificio, entonces, viendo a otros vecinos asomarse para boquear un poco de aire, no será la última vez que me pregunto por nuestra voluntad de entramparnos. De meternos en pajareras de cemento que con tanta facilidad se vuelven hornos de barro, que con la suspensión de un solo servicio pueden transformarse en cárceles tropicales de difícil acceso. Pero claro, aceptamos mucho más vejaciones cuando vivimos en una ciudad populosa. Y ese contrato implícito a mí me suena cada vez más ridículo.

Sin servicios, los edificios crujen. No fueron diseñados para eso. Están pensados para un sistema que funcione. Un poco como la república, o la democracia. Crujen ambas. Presuponen buena intención, y ese es el problema. Aquí también nos entrampamos una y otra vez celebrando o defendiendo diversas formas de insania, y después esperamos que las cosas salgan bien. Como todo efecto, la calidad de los servicios son una continuación natural de los estándares de quienes los gerencian o supervisan. Y por lo menos, los servicios tienen solución.

Alguna gente, decía el Comisionado Gordon, sólo quiere ver el mundo arder. Los botones de muestra que apenas esta semana se añadieron a la mercería que venimos acumulando fueron un par de ejemplares, tal vez más débiles, irascibles o simplemente más transparentes que el resto, que decidieron expresar su fino y sensible análisis sobre el tema; uno desde una posición pública, otro desde uno de los megáfonos subsidiados del poder político. Estos indiscretos serán tal vez reprendidos pero volverán a la manada, ya que lo grave no es el culto libre del hate speech que haría las delicias de Biondini, ni la lógica desquiciada de sus dichos; el tema es que lo dijeron en voz alta y en una época un tanto complicada.

Lo bueno de los embates de la adversidad es que vienen siempre acompañados de la oportunidad de perspectiva. Uno llega a apreciar realmente los momentos en que la luz vuelve, como una bendición, y eso que su situación no se compara con las de los miles (¿decenas de miles?) de indefensos que pasan varios días a oscuras y sin agua. Como en el caso de los saqueos, se pone de relieve la fina línea que nos separa de la Edad de Piedra y cuánto dependemos en definitiva únicamente de aquello que no podemos llevarnos.

Los problemas energéticos no son nuevos, y no se espera que cedan en un futuro cercano. Habrá que aguantar. Antes de que la carencia se convierta en crisis hay lugar, pese a todo, para el encanto en esta austeridad forzada. De nuevo esas pequeñas tácticas que se comparten con la descendencia. Llenar la bañera, administrar hasta el inodoro (if it's brown, flush it down; if it's yellow, let it mellow), meter objetos en la heladera de a lotes para no tener que abrir y cerrar. Y tener a los chicos leyendo codo a codo en silencio con uno es una experiencia que ni el cable ni la compu pueden reproducir.

Los problemas más cruciales y que realmente duelen son los otros, los llamados humanos. Otro punto de hermanación paradojal con aquel joven Sarmiento. La vela, de pronto, con sus silencios forzados, parece encarnar un rasgo de civilización. La barbarie grita en Twitter.


domingo, 22 de diciembre de 2013

El señor de los patos

Carl Barks en 1982

Todavía no había cumplido 5 años cuando tuve la suerte de graduarme del Upa! de Constancio C. Vigil y pasar a leer las historietas del Pato Donald que tanto me fascinaban. En realidad, suerte fue la de poder acceder a lo mejorcito que produjo Disney en las historietas de esa época gracias a la pluma y la mente de Carl Barks.

Barks fue uno de los mejores historietistas de la historia, según dicen los que saben. Fue también el creador de Patolandia / Patoburgo y de muchos de los personajes secundarios que la habitaban, como Giro Sintornillos (conocido también como Ungenio Tarconi en España), o los Cortapalos. Pero sin duda su creación magna fue Tío Rico / Rico McPato (Tío Gilito en España).

Primera aparición, genio y figura
La primera aparición de Tío Rico como protagonista fue en Only a Poor Old Man (Sólo un pobre viejo), publicada en 1952. Esta es la historieta que leí de chico y que me dejó una impresión perdurable. Ya desde entonces (y en contraste con la sistemática subestimación que se hace corrientemente de la capacidad de los niños) podía percibir la ironía, el edge, el punch del guión que se mezclaba con la aventura fantástica. Aún hoy sigue siendo mi historieta favorita.

McPato nunca era un personaje accesible. Pero en compañía de Donald y sus tres sobrinos, se suavizaba. Había algo en las historietas que tenían a todo el grupo familiar embarcándose en aventuras bizarras que no aparecía en los episodios donde estaba cada uno por separado. Algo más delirante, más particular.

En esta apreciación temprana no estaba solo, aunque no pudiera saberlo. Escribe el periodista del WSJ Tim Marchman:

John A. Kouwenhoven, el gran estudioso de las artes norteamericanas de mitad de siglo, tenía una teoría con respecto al rasgo característico de las formas de arte nativas. La clave de alcances culturales como el jazz y el rascacielos, sugería, era la tensión subyacente entre el orden -observable en el patrón de rejilla superpuesto a escala continental sobre ciudades y granjas- y el ritmo espontáneo y discontinuo; el mismo que se siente en la forma en que Mark Twain hilvana una historia o en la prosodia de Walt Whitman. Kouwenhoven señalaba a los comics como un ejemplo particular "que no busca ningún fin regido por simetría o proporción".  Las creaciones de Carl Barks muestran exactamente lo que quería decir.

Por supuesto que yo estaba muy lejos de entender lo que significa prosodia, o de identificar tensiones y ritmos. Muy probablemente, sólo sentía todo esto a medida que leía. Algo similar puede haberles ocurrido a Spielberg y Lucas, que tomaron a los patos de Barks como molde para sus héroes de aventuras, y a la aventura de Tío Rico The Seven Cities of Cibola como inspiración directa de la clásica escena del peñasco rodante en Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981).


Y es que Rico McPato no era sólo un magnate de cartón, una especie de viejito de Monopoly sin más personalidad que un póster de Tío Sam, más allá de su transferencia directa al imaginario popular -que suele nutrirse, no casualmente, de imágenes y dinámicas de comic- como una representación precisa del "1% privilegiado" en el mundo real. McPato en la pluma de Barks era increíblemente avaro (de ahí su nombre en inglés - Scrooge - levantado del Cuento de Navidad de Dickens), sí; y tan irascible como manipulador y obsesivo, pero también era corajudo, perseverante, incansable, astuto, y tan pronto para abusar de sus parientes directos -Donald, normalmente- como para permitirse muestras de afecto y hasta protegerlos con su vida llegado el caso. Era, en suma, un pato de carne y hueso.

Cómo héroe de aventuras, el personaje tenía la presencia de un profesor Lidenbrock o un profesor Challenger, pero claro, mucho más venal y sin formación académica:

Al leer historias como Back to the Klondike (De vuelta al Klondike) o The Secret of Atlantis (El secreto de la Atlántida), lo primero que uno nota, aunque ya lo sepa de antemano, es cuán eficiente era Barks como dibujante y narrador. En la segunda historia mencionada, le alcanzan 6 paneles para establecer todo lo que el lector necesita saber. Una imagen de Tío Rico sentado en una pila de dinero. Otra de él caminando en círculos sobre el surco grabado en el suelo de la "Habitación de la preocupación"; otra que lo muestra ceñudo mientras evalúa contratar a un cazador de morosos para que persiga a Donald, que le debe diez centavos. La historia se amplía rápidamente y sigue a Tío Rico engañando a Donald para que se cobre los diez centavos a sí mismo, elaborando un plan para adquirir todas las monedas acuñadas en 1916 existentes en el mundo; de ahí a una pelea en el Atlas Pie Co, y a la revelación de que la Atlántida está poblada por descendientes de los antiguos egipcios, que usan anguilas eléctricas para hacer funcionar máquinas de música. Todo fluye como un arroyo.

Con la reedición de uno de los tomos de Barks, el sitio www.fantagraphics.com permite la descarga de un sample en PDF de 18 páginas de esta primera famosa aventura de Tío Rico. Ahí se aprecia su afición imposible por el dinero (así como la relación fundamentalmente táctil que mantiene con la fortuna que guarda en su inmensa bóveda/depósito/mausoleo), y el duelo físico y mental que mantendría de aquí en más con el grupo de presidiarios de los Beagle Boys (los Chicos Malos o Apandadores en España), sus enemigos más tenaces. El sample alcanza para apreciar el ingenio que recorre toda la aventura y que ya es evidente desde los primeros paneles, con los "sabios" consejos financieros que McPato le imparte al eterno buscavidas de su sobrino.

Paneles de Only a Poor Old Man

Cuando Barks murió en el 2000 a los 99 años, ya era una figura reconocida y respetada en todo el mundo. Pero trabajó dos décadas en el completo anonimato, hasta que un día recibió la primera carta de un fan. Esto es lo que le respondió:
El noventa y nueve por ciento de los lectores cree que Walt Disney escribe y dibuja todas esas películas y comics en el tiempo que le queda cuando deja el martillo y el serrucho con los que construye Disneylandia. Es un placer para nosotros, los escritores y artistas anónimos, encontrarnos cada tanto con un persona sofisticada que sabe que esto no es así en absoluto.
Hace más de 30 años, en un mundo libre de críticas e interpretaciones sesudas, Carl Barks marcó la diferencia y me habló directamente.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Dónde está LEGO en CERN-land


A esta altura muchos si no todos habrán oído hablar de Google Street View, la tecnología de Google que nos permite casi casi jugar a Myst pero en entornos reales y que hace un par de meses incluyó a Buenos Aires.

Esta vez le tocó al CERN (siglas de la Organización Europea para la Investigación Nuclear), el inmenso laboratorio que en 2012 fue noticia por haber detectado un bosón de características similares a las del elusivo Higgs.

Ya el Google Street View parece un juego, pero los científicos del CERN decidieron llevar la idea más allá. Antes de que llegaran los muchachos de Google con sus cámaras, escondieron 20 figuras de LEGO en los dos pisos del centro de cómputos y anunciaron una "búsqueda del tesoro" pública por medio de Google Street View.

Los participantes tienen tiempo hasta el 31 de enero para encontrar al menos 3 figuras LEGO y enviar sus capturas de pantalla (detalles aquí, ¡incluidos mapas para la búsqueda!). Después se hará un sorteo y el afortunado ganador podrá elegir un regalo de la tienda del instituto.

El laboratorio es grande y hay que tomarle la mano a la navegación con GSV, pero la cosa tiene ese encanto clásico que conocen los fans de los libros de Wally y de todos esos juegos casuales donde hay que buscar objetos. Con el agregado del inmenso factor geek, por supuesto. Los LEGOs aparecen como duendes pescados in fraganti mientras juegan entre los cables y los gabinetes. Abajo está mi único descubrimiento hasta el momento:


¡Ajá? Algo sospechoso arriba de ese armario... a ver el zoom...

¡Piedra libre para... eh, Pocahontas?


Pueden empezar a jugar aquí.


jueves, 19 de diciembre de 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

Pronto y ahora




¿Cuándo importa el ahora?

Mi hijo de 5 años tiene tarea. Como en primer grado va a tener tarea, es bueno que ya empiece a forjar el hábito. Por lo menos, esa es la teoría.

(Por supuesto, el único motivo para que tenga tarea en primer grado es asegurarse de que esté listo para segundo grado. Y el único motivo para que tenga tarea en segundo grado...)

Los estudiantes secundarios con ambición de futuro se embarcan en un programa académico riguroso que los preparará para la universidad. Y, ya en la universidad, tomarán clases que los prepararán para el mundo laboral. Por lo menos, esa es la teoría.

Después de graduarse, aceptarán trabajos aburridos, de bajo salario y por debajo de su nivel de capacidad con la esperanza de que, si aprenden a seguir órdenes y se ganan la simpatía del jefe, pronto estarán bien posicionados para conseguir un trabajo realmente bueno. Pronto, estarán empleando su tiempo en tareas estimulantes, promoviendo cambios duraderos, y resolviendo problemas reales.

Pronto.

¿Cuándo importa el ahora?



--Steve Miranda


(Traducido del blog Reeducate Seattle)



viernes, 13 de diciembre de 2013

Música de viernes: I bless the rains



El grupo coral esloveno Perpetuum Jazzile hace un maravilloso cover acústico, a capella, del clásico pop de Toto, Africa.

Curiosos los caminos del arte: este video, que a la fecha lleva más de 15 millones de visitas en Youtube, fue el responsable de que en mayo de este año la canción Africa resucitara en los charts neocelandeces (y los charts de iTunes) y alcanzara el puesto nro. 5. ¡Una performance superior a la que tuvo el tema original, hace 30 años!

Atención a los muy ingeniosos "efectos atmosféricos".



Africa

I hear the drums echoing tonight
But she hears only whispers of some quiet conversation
She's coming in 12:30 flight
The moonlit wings reflect the stars that guide me towards salvation
I stopped an old man along the way,
Hoping to find some old forgotten words or ancient melodies
He turned to me as if to say, "Hurry boy, it's waiting there for you!"

It's gonna take a lot to drag me away from you
There's nothing that a hundred men or more could ever do
I bless the rains down in Africa
Gonna take some time to do the things we never had

The wild dogs cry out in the night
As they grow restless longing for some solitary company
I know that I must do what's right
As sure as Kilimanjaro rises like Olympus above the Serengeti
I seek to cure what's deep inside, frightened of this thing that I've become

Hurry boy, she's waiting there for you

It's gonna take a lot to take me away from you
There's nothing that a hundred men or more could ever do
I bless the rains down in Africa, I bless the rains down in Africa
I bless the rains down in Africa, I bless the rains down in Africa
I bless the rains down in Africa
Gonna take some time to do the things we never had


jueves, 12 de diciembre de 2013

Razón #375 para hacer ese curso anti-stress



Había una vez un tiempo de inocencia individualista en el que nos figurábamos más o menos separados del resto del mundo. Un tiempo en que nos repetíamos, como consuelo, que nuestros muchos mambos acumulados a lo largo de los años no molestaban en definitiva a nadie más que a nosotros mismos o, a lo sumo, a quien nos tuviera que soportar de cerca.

¿Escuchan eso? Es el sonido de otra ilusión agrietándose. Como si uno no tuviera las manos llenas lidiando con los problemas de la propia existencia, un nuevo e inquietante estudio publicado en la sección Neuroscience de Nature.com nos sugiere que nuestros traumas, triggers y miedos no sólo pueden afectar nuestro entorno más o menos cercano (algo de fácil verificación con cualquier modelo casero de contagio psicológico) sino que pueden transferirse directamente a nuestra descendencia valiéndose de, cuándo no, esos molestos genes.

Los experimentos mostraron que un evento traumático podía afectar el ADN del esperma y alterar los cerebros y el comportamiento de generaciones subsiguientes. (...) El profesor Marcus Pembrey, del University College London, afirma que los descubrimientos fueron "muy relevantes para los casos de fobias, ansiedad y trastornos por estrés postraumático" y que brindaron "indicios convincentes" de que existe una forma de memoria que se transmite entre generaciones.

"Es hora de que los investigadores abocados a temas de la salud pública se tomen en serio las respuestas trasngeneracionales humanas", agrega.

"Sospecho que hasta que adoptemos un enfoque multigeneracional no terminaremos de entender las razones del aumento de los trastornos neuropsiquiátricos, ni de la obesidad, la diabetes o cualquier tipo de disfunción metabólica."

Todo esto tiene que ver con el estudio de la epigenética, es decir, de las variaciones de expresión de los genes (fenotípicas) que no surgen de un cambio en la secuencia de los genes mismos, sino que se inducen por cambios en el entorno. Y que se heredan.

Estas líneas de investigación trabajan en la frontera de la ciencia de nuestros días, con resultados que no se comprenden aún en su totalidad. Lo que está claro es la inadecuación de ciertos axiomas de la genética clásica. Me gusta compararlos con la papilla que hizo la astronomía moderna (desde la misma invención del telescopio) con el concepto de la inmutabilidad de los cielos que antiguamente se presumía axiomático.

Tal vez estemos a las puertas de una revolución similar. De prosperar este estudio (que involucró ratones, olores y cambios en comportamientos), y sin mencionar los efectos potenciales sobre el tratamiento de las sintomatologías o enfermedades mencionadas, agregaría toda una dimensión nueva (biológica) a la noción de responsabilidad personal, y la importancia del breve lapso en que podemos ejercerla durante nuestro paso por esta tierra.

En otras palabras, puede ser que podamos dejar atrás algo más que actos, pensamientos, escritos o ejemplos. Nuestra misma reacción al mundo que nos rodea hoy puede tener más influencia de lo que imaginamos en la confección del mundo de nuestros hijos.

El estudio se centra en la transmisión de aspectos que podríamos llamar negativos e irracionales. Es probable que esto se deba a que son mucho más fáciles de observar. Pero la puerta queda abierta para indagar, por qué no, sobre la transmisión de estructuras más complejas. Si los males pueden pasar, ¿qué hay de las virtudes? Tal vez la respuesta a esa pregunta sea la base de la próxima revolución.


Via | BBC News

martes, 10 de diciembre de 2013

Hour of Code: ¿qué quieres programar hoy?




Hace un par de posts me ponía nostalgioso y lamentaba la suerte que habían corrido aquellos primeros movimientos para la enseñanza de programación en la escuela, que coincidieron con la irrupción definitiva de las computadoras personales en nuestras vidas de todos los días.

Comentaba cómo me parecía extraño y paradójico que a pesar de que ese footprint tecnológico no ha hecho más que aumentar, los esfuerzos escolares en el sentido de entender el fenómeno parecen haberse estancado en una rutina utilitaria mucho menos interesante que lo que hacían suponer esos primeros pasos de unas décadas atrás; un "retroceso" a nivel mundial que acompañaba progresos como la simplificación de las interfaces y la accesibilidad masiva a prodigios de la capacidad computacional.

Fue entonces algo poco menos que providencial que ayer me encontrara con un link perdido e intrigante al pie de la página de Google. Siguiéndolo llegué al sitio de Code.org, una ONG dedicada al fomento de la enseñanza de programación en todos los niveles educativos, y que en estos momentos está llevando adelante un programa de mucho interés y relevancia para mis cavilaciones anteriores.

El programa se llama Hour of Code, y es literalmente una invitación extendida a personas de 8 a 106 años para que hagan sus primeros pinitos en programación en la forma de un mini-cursillo online, gratuito, multi-idioma y orientado a la práctica inmediata.

Bajo el slogan de "Anybody can learn", el mensaje central de Hour of Code es que cualquiera puede programar, y como para reforzar esta idea el video introductorio cuenta con la participación de personalidades disímiles como Bill Gates, Shakira, Angela Bassett, Mark Zuckerberg, Ashton Kutcher, etc. entre otros deportistas, artistas y hasta científicos de NASA.

Si uno acepta el desafío y presiona el botón de Comienzo, podrá resolver 20 ejercicios de dificultad gradual que lo llevarán de la mano en un tour por las estructuras básicas de todo lenguaje de programación moderno (do-while, repeat-until, if-then-else, etc). Los ejercicios son puzzles muy sencillos que consisten, por ejemplo, en ayudar a un personaje a recorrer un laberinto por medio de instrucciones que se arman con bloques visuales al estilo de Scratch (para los que se animen, también hay un botón que permite traducir el pseudocódigo a un simple listado en Javascript).

Y por supuesto, las comparaciones con LOGO son inevitables. ¡Cómo no podrían serlo! Como dije, los puzzles son visuales y extremadamente sencillos -el foco está en los bloques de instrucciones- y tienen el encanto adicional de estar protagonizados por los archiconocidos personajes de Angry Birds y Plants vs. Zombies.


Confesión: siempre estuve del lado de los cerditos.

Cada cierto número de ejercicios, una vez que ya se domina una estructura, aparece un video de 2 minutos que introduce la siguiente herramienta. Estos videos están narrados por algunas de las celebrities espónsor (la idea está buena, aunque da un poco de gracia ver a un Zuckerberg medio perdido mientras lee tarjetas fuera de cámara, por no mencionar a Gates explicando risueñamente la importancia del IF-THEN).

Al terminar los 20 ejercicios el participante recibe un diploma personalizado y pasa a engrosar las estadísticas de líneas de código completadas (al día de hoy, notablemente, las chicas representaban el 56% de cursos terminados contra el 44% de los varones).

Y la cosa no termina ahí, ya que la idea es que la experiencia sea una plataforma de lanzamiento. Inmediatamente después del curso introductorio aparece una página donde los interesados pueden encontrar un vergel de ofertas de cursos gratuitos para principiantes (incluidos algunos de Stanford y Coursera.org): temas como Ruby, Python, PHP, HTML5, incluso programación offline, todos categorizados en áreas de interés (robótica, desarrollo web, etc), según sean aplicaciones para escritorio o móviles, y destinadas a chicos de primaria, secundaria, universitarios o de cualquier edad. Code.org parece querer evitar a toda costa que la gente se abatate o tema dar el siguiente paso: para ello presenta muchos caminos para continuar con este viaje apasionante.

El sitio incluye además muchos recursos para educadores y padres y alienta expresamente a trabajar con las comunidades locales, escuelas, familias, etc. para difundir las bondades de las ciencias de la computación. En la sección How to Help uno puede enterarse de cómo introducir el programa en su su propia escuela o comunidad, y queda registrado en la página con mapa y todo (de momento, Argentina está representada por un/a valiente del laboratorio de informática del colegio Sagradísimo Corazón de Jesús, Moliére 810, quien al parecer ya trabaja con Scratch).

Me encanta cómo el sitio va al grano y no pierde tiempo en introducciones o historias. La definición del hands-on. Dice miren, háganlo, vean qué fácil; fíjense ustedes cuánto hay de mito y excusas. Tiene una actitud envidiable que contagia e inspira. Por último, está claramente interesado en que el movimiento continúe más allá de la degustación y de inmediato pone un montón de ofertas al alcance, como para que uno aproveche el impulso. 

Hour of Code me parece una de las iniciativas más didácticas, entretenidas y enfocadas que he visto para difundir al menos de qué se trata la ciencia-arte de la programación, o para empezar a entender, como menciona uno de los participantes de los videos, por qué "es lo más parecido a tener superpoderes".



Nota: el idioma predeterminado de todo el contenido es inglés. Pero los ejercicios están completamente traducidos al español, aunque la opción para cambiar el idioma está algo escondida en el rincón inferior izquierdo de la página. Así que tampoco quedó esa excusa.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El agridulce ocaso de las elites




Voy a aprovechar esta oportunidad para comentar dos eventos de esta semana que fueron notables no sólo por sus propios méritos, sino porque se combinaron como un brutal uno-dos a la mandíbula de algunas ilusiones de entre las tantas que construimos a diario para vivir y sobrevivir en Argentina.

Una de estas ilusiones refiere que el país tiene un nivel educativo más o menos bueno. Que zafa. Veo mucho de tradición en esta creencia, y de confianza en viejas glorias. Las justificaciones que oigo normalmente se escudan en ejemplos y comparaciones seleccionadas con cuidado entre aquellos casos que están aún peor. Curiosamente, esto se hace sin indicios de humor. No es raro que se remate con alguna verdad de Perogrullo, del tipo de que todavía "queda mucho por hacer", que parece poco más que una invocación a la misma gradualidad que actúa como narcótico y que viene hirviendo esta rana desde hace demasiado tiempo: la idea de que los problemas se van a ir solucionando, de que es todo una cuestión de recursos, de que en definitiva alcanza con tirar plata e infraestructura encima, o de que dichos problemas están totalmente divorciados de la paradoja de un contexto social diseñado para jugar perpetuamente en contra.

Las imágenes y testimonios que nos llegan de Córdoba pueden dar lugar a mil interpretaciones y/o lecciones. Por ahora, prefiero quedarme con la confirmación de varias sospechas con respecto a la presión que viene levantando el magma bajo las placas, junto con la constatación de que las "sensaciones" eran, por supuesto, proyecciones basadas en la realidad más evidente, dado que la Policía parece ser la última línea de defensa antes del colapso de la civilización, o por lo menos de la aparición de escenarios de Far West / Zombie Apocalypse modernos, completos con vecinos armados, puntos fortificados e intentos de linchamiento. Aunque la pregunta inmediata que me surge es, ¿no será que la civilización ya cayó, y la policía -o las leyes, o lo que queda de los organismos de cumplimiento- están solamente sosteniendo el tinglado?

Lo cierto es que removido momentáneamente el tapón de la fuerza pública brotan como un géiser los episodios de caos y destrucción, y desfilan las ya familiares imágenes de saqueadores cargando a los apurones cervezas, ropa, celulares, electrónicos y por supuesto LCDs (el artículo icónico, tal vez, de la concepción argentina de welfare y cuya sinergia con la recientemente designada necesidad básica nacional, El Fútbol, ilustra como pocos ejemplos el disloque que sostiene la pantomima), y usando como transporte lo que venga, sean autos, motos o carretillas.

La incómoda comprobación de que el tejido social del tan manoseado "pueblo" está tan destartalado que necesita presencia policial 24/7 para mantenerse en pie puede llevar a conclusiones rápidas que esconden escapes sutiles. Será por mi costumbre de mirar patrones y sistemas que desconfío de las compartimentaciones y tiendo a ver los fenómenos como una presión continua donde los hilos se cortan por las partes más finas. En otras palabras, me interesa más analizar un poco el caldo en el que se cuece este guiso particular, y sobre todo -sin nunca deslindar responsabilidades directas- en qué forma lo condimentamos aquellos que nos sentimos del otro lado de la raya que trazamos en el suelo.

Mi opinión, y estoy al tanto de su escasa originalidad, es que estamos viendo una expresión más de la disfunción nacional que tiene que ver con la bancarrota ética que sufrimos y celebramos con igual intensidad desde hace demasiado tiempo.

Si con el golpe a la mandíbula uno queda groggy no es tanto por el impacto puntual sino por la frecuencia con que se suceden imágenes similares a estas, como postales de un lugar extraño. No tenemos que buscar las instancias más impresionantes: las más reveladoras de hecho son las anodinas, las que asombran por lo triviales o innecesarias. Están por ello, creo yo, más cerca de la base del problema. Consideremos el ejemplo del camión de gaseosas que volcó en la ruta hace unos días. Las imágenes de TV mostraban cómo los autos paraban expresamente su marcha no para ayudar a la recolección, sino para hacerse rápidamente con un botín carbonatado.

Podemos imaginar una justificación probable, porque internamente mantenemos y curamos una base de racionalizaciones a mano, como una base de aperturas de ajedrez: las únicas perjudicadas son al fin y al cabo las empresas de gaseosas, y como son grandes y privadas son malas; ergo, afanarme una botella es justo, casi te diría heroico. Pongámosle un moño al razonamiento. Y si eso falla, es una botellita, che.

Tal vez nos gusta engañarnos con la idea de que el tamaño o el impacto de lo sustraido está en relación directa con la gravedad del hecho. Tal vez haya casos en que se justifique más tolerancia; la realidad sin embargo parece indicar que esta racionalización se usa libremente. En el seno de este pensamiento ejercitado una y otra vez está el mismo germen que dispara los hechos más graves cuando todo se reduce a una cuestión de escalas.

El nativo de estas tierras manifiesta tal amor por la transgresión indiscriminada (la que ya se hace por placer) que es prácticamente un estigma cultural, invisible de tan asimilado, que no distingue entre estratos, estilos de vida ni profesiones, y que se expresa desde el vandalismo endémico del espacio público hasta las declaraciones juradas de los que administran los destinos -e irónicamente, la situación fiscal- de millones. El condimento que habitualmente sella la decisión de encarnar una vez más el dicho "la ocasión hace al ladrón" es el de la pulsión consumista, que tanto se inocula para vender celulares como para terminar identificando a una persona con lo que posee o idolatra. Eventualmente, esas posesiones/idolatrías se convierten en fines últimos. Trofeos por los cuales vale torcer cualquier regla, o incluso matar o morir.

¿Es justo enfocarnos en los saqueos de Córdoba como un hecho aislado?

NADA MÁS IMPORTA. Oliver Stone, de Salvador a sponsorear mensajes tóxicos para DirectTV.
Más allá de que estos eventos lastimosos se "resuelvan" y pasen al olvido la semana que viene, se superpusieron esta vez con la noticia de la publicación del último test PISA (PDF, en inglés), un estudio fantástico que en lo personal vengo siguiendo desde hace unos años con el consiguiente desaliento que acompaña cada nueva edición, que la verdad duele y es justo que duela. Es difícil que la desafortunada conjunción de ambas noticias no sugiera un correlato, aunque el vínculo no sea del todo admisible o justo.

El test PISA puede tener sus problemas. Puede no ser óptimo para retratar correctamente procesos emergentes, como afirman sus detractores, y eso se corroborará o no en los años venideros. En otras áreas del informe, no relacionadas directamente con la evaluación de conocimientos, tropiezan también otros países desarrollados. Pero el impacto de la fotografía instantánea, de la afirmación "los chicos de 15 no entienden frases simples", es innegable y resquebraja esa ilusión perenne del argentino medio ilustrado, sobre todo si pensamos que todavía tenemos a nuestro alrededor los ¿últimos? coletazos de las generaciones que fueron educadas con otros estándares, y no tenemos mucha noción de lo que se nos viene encima.

La ficción y el oscurantismo que rodea a la educación en Argentina es similar a la que veo envolver a la ciencia y la tecnología. Pienso que tal vez convenga revisar más profundamente de qué hablamos cuando decimos "ciencia". A mi entender, no hay presupuesto ni show faraónico que disfrace la real vocación científica de un país que practica la distorsión -por mencionar una de las más populares- de índices esenciales como práctica sistemática: es nula. No podemos ni empezar, lo que parece ser la meta.

El interés por la ciencia es un subconjunto del interés por la observación objetiva de la realidad, y cuando en una sociedad este interés tiende a cero o es directamente negativo (se ocultan datos, se ataca la misma noción de objetividad, se alientan pasiones y frivolidades, se aplica lógica de facción, etc.) no hay mucho más que decir. Esta actitud está en la raíz de que "nada funcione", como reza la correcta percepción popular. Engañarse en este punto es no entender el principio que anima tanto a la ciencia como a cualquier búsqueda de la verdad. Es, en el mejor de los casos, estar hablando de otra cosa. En el peor, abrir una caja de Pandora.

Y hablando de intereses reales vs. ficticios, Guillermo Jaim Etcheverry una vez más da en el clavo con una frase sencilla: "Acá hay un desinterés por el saber", una versión más suave del desprecio por el conocimiento al que aludía en su famosa obra La tragedia educativa. No es necesario buscarle el pelo al huevo, la disfunción es de fondo. No hay interés por números reales, no hay interés por la realidad, no hay interés por el saber, y la conclusión incómoda es que no hay interés por cambiar la situación de nada ni nadie; sólo mantener la ilusión de remar en el vacío.

Conviene ser honestos con uno mismo y hacerse las preguntas difíciles. ¿Cuánto creemos en el valor del "saber" que menciona Etcheverry? Por un lado, para una enorme cantidad de personas el "saber" es una entelequia inútil, una distracción de beneficios difusos que no garantiza ni el nuevo celular, ni la cena afuera, las pilchas o el depto. Mucho menos el éxito -- prendamos el televisor para comprobarlo con más contundencia que mil libros de sociología.

Pero incluso entre los que intuyen algo más parece haber una enorme desorientación, rutinas -mandar a los chicos al cole entre ellas- que se siguen muchas veces por inercia pura. Como si el educar fuera una acción estrecha y mecánica que se terceriza a una institución, desconectada de toda planificación o entendimiento de la importancia estratégica que tienen ciertos conocimientos vitales para el desarrollo de un chico en una edad-esponja. Y no hablo de los de matemáticas o comprensión de textos, contenidos inocentes que no resuelven - no podrían- el problema real, sino de los que vienen adosados a aquellos en forma de esfuerzo, valores y virtudes cuya difusión y desarrollo nutren los aspectos más admirables de nuestra especie.

¿Valdrá la pena todo eso?

La película de Mike Judge Idiocracy; mucho humor negro para retratar una sociedad futura
en la que el saber decididamente ya no ocupa lugar

Sigue Etcheverry: "Es sugestivo que la cantidad de alumnos con altos niveles de comprensión lectora sea sólo de 0.6 % en el país (2,5 % en la CABA, 13 % en Canadá, 25 % en Shangai), lo que demuestra que ni siquiera contamos con una elite a la que le interesa la educación." ¿Quién iba a decir que íbamos a lamentar no tener más elites? Aunque supongo que la idea era que desaparecieran porque todos nos habíamos puesto a su alcance, y no por el motivo contrario. De todas formas el concepto de élite es convenientemente vago y flexible. Hablemos, en cambio, de percentiles sobre bases de rendimiento uniformes, y tal vez descubramos que las elites de hoy eran los alumnos medios de hace unos años, y que no es que ellos avanzaron sino que el mundo entero dio un paso atrás. ¿Dejaremos entonces la semántica de lado? Las elites nunca fueron el problema real.

La rana se hierve. Los apologistas designados a tal fin llamarán a los fracasos manifestaciones de procesos estructurales en marcha, o algún eufemismo por el estilo. Existe una mínima chance de que tengan razón. Pero yo pienso que las fotografías escrachan cómo supuran los poros de una sociedad golpeada y con hemorragias internas. Que se corresponde con los machucones que deja la pulverización de las leyes y las formas en lo externo.

Olvidemos a la dirigencia, que justamente por su posición, responsabilidad y actitud general se erige como el principal actor de destrucción. Toda la cháchara sobre educación se estrella con la siguiente frase bestial, amenaza, discurso de barricada o delito directo. La educación requiere esfuerzo, amplitud, autoevaluación, amor por la objetividad, perspectiva y espíritu de duda, todos valores en fuga; no alimenta militancias ciegas ni sirve para crear una base electoral confiable (por lo dependiente) sino que más bien conspira contra todas estas cosas. Es básicamente imposible que la educación sea una prioridad política. La sociedad está librada a su suerte, y el tema es que no le encuentra la vuelta que debe empezar a buscar a nivel individual.

El riesgo anunciado es que pasemos el punto de no retorno. Que esta disfunción se arraigue en un sedimento más tenaz y nocivo que cualquier crisis económica. Que la insania y la violencia, definitivamente instaladas en el centro del pulpo, se filtren por las grietas a todos los estratos como un modus vivendi definitivo, y que ética, respeto o responsabilidad personal pasen a ser conceptos "de elite", esa misma que ya no existe. Un plan casi perfecto.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

Nerd vs. Geek: ayuda visual




Para aquellos que no lo tengan visto (ya tiene unos años), este práctico diagrama de Venn es una excelente guía para desentrañar la confusa taxonomía de etiquetas que los sajones utilizan para describir a los habitantes de ese gran continuum del social awkwardness. Es sin duda una herramienta de gran utilidad en vista de que dichas etiquetas vienen siendo adoptadas por otras lenguas y culturas sin mayor criterio.

El diagrama no parece tener autor definido pero desde hace unos años anda pululando por Internet, lo que por supuesto garantiza su absoluto rigor científico.


miércoles, 27 de noviembre de 2013

El bit irresponsable

¿Se acuerdan cuando para vender una computadora se apelaba a la "inteligencia" del consumidor?

"No quiero que el nene sea un nerd".

Explico mi shock más adelante.

Hace muchos años, en pleno boom hogareño de las computadoras de 8 bits, algunas escuelas empezaban con timidez a sumarse a la movida de la "computación". Me acuerdo de las revistas argentinas de la época y de las fotos en blanco y negro con filas de chicos sentados frente a pequeños televisores (tener monitores era un poco un lujo), todos en sus guardapolvos blancos, mirando la pantalla con caritas atentas y curiosas; los dedos sobre el teclado, sin rastro aún de un mouse o dispositivo parecido.

En aquel entonces rodaba la idea de que el que no supiera computación en el futuro sería un analfabeto. La noción vaga subyacente era que las computadoras serían tan, tan ubicuas, que quien no supiera manejarlas se vería básicamente imposibilitado de llevar una vida normal.

Casi treinta años más tarde, esa predicción se cumplió con creces en un sentido, y sólo en parte en otro. Las computadoras son ubicuas, más incluso de lo que se sospechaba entonces, pero el saber manejarlas no es tanto problema. Lo que sucede es que varió un poco lo que se entiende por saber manejar una computadora.

También había jueguitos!
Foto de la 1era Expo de computadoras antiguas en Chubut

Yo tengo un auto. Manejo desde hace años y tengo varios kilómetros encima, (aunque para desplazarme por la locura de la ciudad prefiero siempre el transporte público). Me considero un buen conductor. Soy prudente; siempre pongo el guiño al girar y prefiero quedarme atrás de los lentos antes que zigzaguear entre el tráfico. Sé dónde están la palanca del limpiaparabrisas y el botón de la baliza. Cuando abro el capó, sin embargo, me siento un inútil perdido en tierra extraña y hostil. Puedo ubicar el depósito de agua para el radiador, y hay algo grande que -me dicen- esconde un filtro. Hasta ahí llega mi conocimiento.

No estoy orgulloso de esta ignorancia, subproducto de mi absoluto desinterés por los autos. La molestia es más que nada porque soy de la idea de que cuando alguien utiliza o aprovecha mucho algo, tiene que tener una idea mínima de cómo funciona. Ese conocimiento es algo más que mera información; cuando se comprende lo que se utiliza se gana una mayor perspectiva, y casi siempre un mayor respeto o cuidado que termina en beneficios netos para uno y los semejantes. No quiero decir con esto que deberíamos saber de todo, que es imposible. Pero sí me parece una actitud saludable y útil a aplicar en cualquier área de la vida.

La serie Whiz Kids, o el zeitgeist de una era mágica
Cuando en los '80 se hablaba de enseñar a los chicos a manejar una computadora, no se referían a interfaces, iconos o menúes. Se hablaba de programarla. Todas las primeras compus venían de fábrica con un lenguaje instalado, normalmente BASIC, que había que dominar para poder sacarles el jugo.

Por supuesto, existían los cartuchos y las aplicaciones en cassette o disco. Pero el potencial inmenso encerrado en la computadora sólo podía concretarse a partir de la planificación de una secuencia correcta de instrucciones, y la escuela apuntaba, correctamente, a poner esa capacidad en manos de los chicos. Saber comunicarse con la compu era en cierto modo acceder al lenguaje de la creación, aunque estuviera acotada en una pantalla, o a lo sumo se extendiera a algún periférico. Ese poder creativo era, y sigue siendo, una especie de magia.

Uno de las principales herramientas que existían entonces para desarrollar ese poder arcano era el Logo, el famoso y didáctico lenguaje de la tortuguita. La versión más popular por estas tierras fue la de la Talent MSX, una máquina atractiva, ideal para la escuela, con un BASIC sencillo y un sistema operativo de disco aún mejor. Al recibir instrucciones que le indicaban por dónde ir, la tortuguita se movía, obediente, creando formas a su paso. Ese simple proceso bastaba para que el niño pudiera zambullirse sin saberlo en conceptos afines al pensamiento lógico, ejercitando la habilidad de subdividir los problemas en pasos secuenciales.

Mirando aquellas viejas fotos y sobre todo aquellos viejos sueños, y viendo hoy la industria inmensa de la informática, con netbooks repartidas de a millones y touchscreens al alcance de bebés, no puedo dejar de pensar que algo muy importante se quedó en el camino y que, 30 años después, no sólo no avanzamos sino que hemos retrocedido en un aspecto fundamental.

El otro día Santi 13.0, que ha crecido entre computadoras e información, me preguntó si sabía lo que era un bit. Fue como si me hubiera preguntado qué era un acento (y la antigua analogía con el analfabetismo nos da hoy lugar para hacernos una panzada. ¿No tenemos en mano las últimas cifras educativas, espantosas todas? Y en la calle, ¿no se están dejando de lado cada vez más las reglas ortográficas? Puedo programar en algunos idiomas y hablar con soltura en dos, leer tres más, pero aún así a veces me cuesta descifrar lo que escriben algunos teens y adultos de hoy).

Pasamos a otra escena. La madre de un compañerito casi da un salto cuando me escucha sugerir que los chicos deberían aprender programación en la escuela. "Pero yo no quiero que el nene sea un nerd", responde, horrorizada, con más o menos palabras. Lo que estamos viendo es la carencia en acción, un ejemplo autoincluido: se desconoce, y por ende se entiende mal y se rechaza lo que se desconoce. Aprender programación no quiere decir estar pegado a la pantalla escribiendo ceros y unos o pasársela haciendo cálculos complejos. La programación en esencia es una técnica de resolución de problemas. Cualquier analista de sistemas sabe que las aplicaciones reales son múltiples, ya sea que involucren computadoras, tarjetas perforadas o simples cajones de fichas. Y por supuesto que abarca a los problemas orgánicos. Aprender a programar es una forma de aprender a pensar.

Un amigo me cuenta que en la clase de informática los chicos de su secundaria aprenden Word y Excel. Es verdad que son dos de las aplicaciones más populares del mundo y que se usan para casi todo, pero la mayoría de nosotros aprende a usarlas como resultado de la necesidad, a lo sumo en algún curso. Los chicos, me dice, reaccionan con apatía. Están para otra cosa. Me pregunto, ¿el objetivo será desanimarlos completamente?

El tema excede al fracaso de la enseñanza de ciencia y tecnología. La masificación del mercado y el inevitable desplazamiento hacia la facilidad de uso es, justamente, inevitable -- a nivel consumidor. Pero la escuela no tiene por qué seguir el mismo derrotero; de hecho tiene un rol muy distinto. Si se pliega a la movida de la accesibilidad mal entendida, si los maestros mandan a los chicos a buscar respuestas "en internet" (caso verídico), si para extender su propio mercado y meter más gente adentro la escuela reduce sus métodos a simplificar interfaces y contar todo en 140 caracteres y Likes, ¿quién queda para entender y manejar la complejidad de las cosas reales? Unos pocos quedan, esa es la respuesta.

Pero una de las consecuencias más importantes de esta huida hacia adelante, en mi opinión, es que al despegarnos cada vez más de los orígenes, y de la comprensión de los orígenes, es mucho más fácil dar las cosas por sentado. Es también mucho más fácil ser irresponsable.


I'll tell you the problem with the scientific power that you're using here: it didn't require any discipline to attain it. You read what others had done and you took the next step. You didn't earn the knowledge for yourselves, so you don't take any responsibility for it.
-- Ian Malcolm

Cuando uno trata de mejorar la salud, empieza por tratar de comprender mejor los procesos del cuerpo. Para entender el daño que causa arrojar al suelo el envoltorio del caramelo, hay que comprender cómo impactan los desperdicios en el medio ambiente. Saber qué es una célula, saber qué es un bit, son datos que probablemente no tengan mayor peso en nuestra vida cotidiana. Aún así, ambos forman parte de ese conocimiento de base que le da sentido y estructura a las instancias de más alto nivel, a nuestras cosas, pensamientos y actividades diarias. Y que determina, en definitiva, la calidad y supervivencia de los sistemas más complejos, hasta llegar a nuestro mismísimo planeta.

Ser un nerd no tiene nada que ver.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Música de viernes: Begin afresh, afresh, afresh


El video que acompaña a Something Almost Being Said, la interpretación de Simone Donnerstein sobre temas de Bach y Schubert, es un regalo para los sentidos y las emociones. Una belleza que inspire tal vez meditaciones sobre los afectos, el transcurrir, el gran esquema de las relaciones y la descendencia; o tal vez simplemente permita unos minutos de relax.

El título está inspirado en un igualmente bello poema de Philip Larkin, The Trees:

The trees are coming into leaf
Like something almost being said;
The recent buds relax and spread,
Their greenness is a kind of grief.

Is it that they are born again
And we grow old? No, they die too,
Their yearly trick of looking new
Is written down in rings of grain.

Yet still the unresting castles thresh
In fullgrown thickness every May.
Last year is dead, they seem to say,
Begin afresh, afresh, afresh.




viernes, 15 de noviembre de 2013

El elefante que quería ser Van Gogh

Pintura de "Thongpoon", un elefante tailandés de 7 años

Agreguemos una razón más para admirar a los elefantes y no sólo por su gran inteligencia, que los pone a la altura de chimpancés y delfines. Por algo tienen un cerebro que es el de mayor tamaño entre las criaturas terrestres y una "memoria" que ya es un lugar común en el folklore mundial; además son grandes resolvedores de problemas y pertenecen al reducido grupo de animales capaces de utilizar y modificar herramientas.

Los elefantes también son únicos porque condimentan este poder cognitivo con comportamientos y rasgos que evocan muchas virtudes humanas. Mantienen lazos familiares fuertes y duraderos, y pueden mostrar alegría, tristeza, protección, compasión, cooperación y altruismo activo. Más aún, son los únicos animales conocidos que actúan con reverencia hacia los restos mortales de miembros de su propia especie, con la actitud que sugiere una versión primitiva de rituales mortuorios: un rasgo hasta ahora privativo de los humanos (homo sapiens sapiens) y nuestros primos de Neandertal (homo sapiens neanderthalensis).

Por si eso fuera poco, los elefantes también forman parte del selecto grupo de criaturas (principalmente primates y delfínidos) que han superado el test del espejo y parecen tener consciencia de sí mismas: es decir, son capaces de identificarse como individuos.

Y después está por supuesto la trompa, su rasgo más distintivo, que le permite manipular su entorno con la versatilidad de una mano e interviene en múltiples usos en su vida, desde los combates nupciales hasta la caricia de afecto más suave.

Pintura de "Noppakhao", también de Tailandia

Con todo este potencial, tal vez no debería extrañar que estos animales tan fascinantes tengan interés en producir colores y formas, como ha pasado con, por ejemplo, algunos gatos. Lo que sorprende es el resultado. Hace unos años vi el primer video de un elefante que, sujetando un pincel con la trompa, pintaba con parsimonia y precisión una figura esquemática en un lienzo blanco. Era algo simplemente increíble.

Aquí no veíamos una serie de sellos de patas, o de manchones y líneas distribuidas más o menos al azar e indistinguible -para mis ojos- de cualquier obra de expresionismo abstracto que coseche millones de dólares en Christie's. Teníamos un diseño simple, pero deliberado, que surgía del lienzo trazo a trazo y arrancaba aplausos de la audiencia con cada nueva figura. Atento al riesgo de antropomorfizar, me atrevo igual a señalar que el pintor parecía disfrutar de todo el proceso. Al final de varios minutos, la obra completa mostraba un autorretrato: un elefante que sostenía una flor con la trompa.


Más tarde descubrí que el del video no era un ejemplar privilegiado, sino que son varios los elefantes que han aprendido a pintar bajo la supervisión de sus entrenadores/cuidadores, que permanecen al lado del artista y de tanto en tanto apuntan una directiva con una palmada o un suave tirón de orejas. Buscando info, descubro el sitio www.elephantart.com que pertenece a la asociación AEACP (Proyecto para la preservación del elefante asiático y su arte), una entidad sin fines de lucro fundada en 1998 y que se dedica a difundir este arte peculiar con el propósito de educar y concientizar sobre la situación del elefante asiático como especie amenazada. La recaudación se destina también al sustento de los elefantes y sus cuidadores. En septiembre del año pasado se realizó una exhibición de arte paquidérmico en Brooklyn, EUA, con el nombre de "Endangered Artists".

Boombim, una artista de 8 años
En el sitio del AEACP se exhiben varias pinturas y se dan unas pocas pistas sobre el entrenamiento que reciben los elefantes. El aprendizaje se basa en el refuerzo positivo, con recompensas y elogios. En todo momento se aclara que, si bien el elefante es el único que toca el pincel, las obras más complejas son el resultado de la colaboración entre el animal y su mahout. No hay nada, afortunadamente, que me haga sospechar algún tipo de maltrato o coacción abusiva. También se incluyen los perfiles de cada artista con bios y comentarios sobre su personalidad y gustos.

Para el caso de las pinturas con formas definidas, imagino que el proceso involucra la memorización de marcas y trazos conectivos asociados a guías gestuales del cuidador aunque, señalan en el sitio, cada elefante tiene su propio estilo. Cuánto de mecanización (¿técnica?) y cuánto de espontaneidad (por no mencionar cuánto de humano) tienen las obras, y cómo influye esto en el valor comercial o perceptual del público, son temas que pertenecen a otro post. Mientras tanto, prefiero que este termine como una simple celebración de la maravilla que son estos animales, y por qué no, del arte que producen.





miércoles, 13 de noviembre de 2013

Vía libre para Obduction, lo nuevo de los creadores de Myst



Finalmente se pudo. Después de una recta final bastante tensa, y gracias a la incansable tarea de difusión de sus casi 19000 backers (cuyos logros incluyeron un providencial tweet del actor Neil Patrick Harris), el Kickstarter de la nueva aventura de Cyan rompió anoche la barrera del millón de dólares, y hace unas horas alcanzó finalmente la cifra objetivo.

The Myst name is widely recognized as uniquely defining a new kind of gaming - amazingly immersive worlds where the point is to understand your environment rather than test your reflexes. The Obduction project will take what Cyan knows about creating deeply immersive worlds and apply it to an entirely new game with fantastic scenery, incredible architecture, compelling story, and exceptional challenges.

Obduction marca el regreso de la compañía de Rand Miller al género que ella misma creó hace 20 años. El nuevo juego no guardaría relación argumental con la saga Myst, pero aseguran que el espíritu se mantendrá intacto. Los stretch goals del Kickstarter ahora apuntan a la creación de una versión para el Oculus Rift y localización internacional. De superar el 1,5 millón de dólares, prometen un mundo nuevo para explorar.


Como suele suceder en estos casos, los foros de discusión son una fiesta de fans emocionados y abrazos virtuales. Las pantallas de concepto publicadas hasta ahora son lo suficientemente lindas como para babear un poco, pero el juego recién estaría listo en 2015. Entretanto, los incondicionales de Cyan World tienen con qué soñar mientras se felicitan por haber aportado con otro granito de historia digital.


Post relacionado: Myst - 20 años rompiendo cabezas (sanamente)

martes, 5 de noviembre de 2013

Citas citables II: de fines y medios


“Cause and effect, means and ends, seed and fruit cannot be severed; for the effect already blooms in the cause, the end preexists in the means, the fruit in the seed”-- Ralph Waldo Emerson

"Causas y efectos, fines y medios, semillas y frutos, no pueden ser separados: así como el efecto ya nace en la causa, el fin preexiste en el medio, y el fruto en la semilla". Pocas frases encuentro más brillantes e inspiradas que ésta.

La visión más utilitaria del dilema parece sugerir en su forma más eufemística que "no se pueden hacer tortillas sin romper huevos". Procesos y productos se mantienen así en compartimentos convenientemente asépticos. Propongo, en base a experiencia personal y conclusiones que estimo se desprenden de una mirada honesta de la historia, otra simple metáfora que creo igual de pragmática: utilizar medios viles para alcanzar fines nobles es hacer la tortilla con huevos podridos. La tortilla va a estar, pero va a ser un remedo, una pantomima indigerible.


viernes, 1 de noviembre de 2013

Gravedad: Earth below us, drifting, falling


Quiero decir de entrada que Gravedad (Gravity, 2013) es una película que *exige* verse y disfrutarse en 3D. Seguro, la frase es un lugar común, pero insisto: véanla en 3D. En el caso de Gravedad, una sala 2D convencional puede recortar demasiado la experiencia.

El argumento: Sandra Bullock y George Clooney son astronautas que están cumpliendo una misión de rutina para la NASA, arreglando un problemita con el Hubble en la órbita terrestre cuando algo, claro, sale mal. Eso es todo lo que voy a decir sobre la historia, que de todas formas es bastante leve. Lo que importa aquí es el espectáculo.

El ritmo de la película es bastante medido para los estándares de un film de alto presupuesto. Cuando arranca, sin embargo, la acción es siempre visceral. Gravedad es una película de estómagos retorcidos y palmas húmedas. Bajo la dirección de Alfonso Cuarón, quien también guionó, la cámara serpentea entre los personajes y las cosas con la fluidez de un astronauta más. Como una versión extendida e hiperdimensionada de la famosa escena del auto de Hijos del Hombre (Children of Men, 2006), pasamos de contemplar las estrellas a mirar a Bullock de frente, y de un zoom in interminable rotamos a las estrellas de nuevo, pero ahora estamos adentro del casco de la actriz, mejilla a mejilla, todo en una toma continua. El paso de la agarofobia a la claustrofobia se maneja con idéntica elegancia. Mucho más que vitrina para virtuosismo gratuito, el 3D aquí es un componente esencial para la inmersión, a diferencia del simple gimmick al que se ve reducido en la mayoría de los blockbusters hollywoodenses.

Esto no quiere decir que Gravedad no sea un blockbuster hollywoodense, que lo es: u$s 100+ millones de presupuesto invertidos en efectos especiales que se ven tan absolutamente extraordinarios como naturales, y un par de los actores más populares del planeta. Sucede que también está permeada de sensibilidad indie, sin grasa ni hidratos de carbono, con largas pausas, silencios profundos, ciencia dura, y una tenacidad admirable para mantenerse dentro de los parámetros de la lógica del mundo real a expensas, pienso yo, de una mayor accesibilidad. Sólo un evento cerca del tercer acto de la película me hizo dudar, y temí que todo derivara en sacarina pura y con un final a lo Bruce Willis, pero resultó ser un pequeño giro, un amague que no por ser un poco predecible fue menos brillante. Gracias, Cuarón.

Sandra Bullock y George Clooney deben terminar las reparaciones antes de lo esperado en Gravedad

Entre las influencias que pude reconocer destaco por supuesto la de 2001 (2001: A Space Odyssey, 1968), al menos una tensa escena de 2010 (1984), y mucho de Mar Abierto (Open Water, 2003), y hasta aquella gran canción de Peter Schilling. Tampoco puedo dejar de pensar en el cuento de Ray Bradbury que mencioné en un post-elegía a principios del año pasado, Calidoscopio.

The Dig: imposible no asociarlo
Hablemos brevemente de las estrellas, de esas que no son esferas de gas incandescente. Bullock, la sorpresa, deja atrás sus mohínes tradicionales y se transforma en una maravilla, pura fibra, control y vulnerabilidad; Clooney es... bueno, Clooney; el papel le pide la típica mezcla de cool y what-me-worry que lo hace básicamente indistinguible del Clooney de, digamos, El Pacificador (The Peacemaker, 1997)... pero una vez más, el conjunto funciona a la perfección. A todo esto, si alguna vez se realiza la versión cinematográfica de The Dig (1995) de LucasArts, ya tienen al actor para interpretar a Boston Low.

Finalmente, el film le otorga al rol del antagonista tanta importancia como a los actores principales. En esto también Gravedad es bastante inusual, ya que no tiene ni monstruos espaciales, ni computadoras esquizoides, ni villanos teatrales que suelten frases creadas en comité y ya premasticadas en cientos de comic books. No; en su lugar aparece Sir Isaac Newton, o, más bien, las leyes físicas que llevan su nombre. La presión impersonal que ejercen sobre los protagonistas, la forma en que gobiernan este reino silencioso y hostil con mano de hierro y sin margen de negociación, se transmite al espectador con contundencia pero sin que la película haga de ello una fuente de referencia constante (la exposición también está reducida a un mínimo), lo cual es otro de sus grandes logros. Los humanos, fuera de nuestro elemento, sólo podemos acatar en las buenas y tratar de agarrarnos a algo en las malas, y eso es todo.

"En el espacio, nadie puede oírte gritar" era el slogan de una obra maestra del género híbrido de ciencia ficción/horror de hace unos cuantos años. Gravedad no llega a ser un clásico. El argumento es tal vez demasiado directo y simple; la pequeña historia de redención que contiene no llega a levantar mucho vuelo. Pero aquel slogan inquietante reencarna hoy en una pantalla implacable que en todo momento devuelve en partes iguales espectáculo, tangibilidad y plausibilidad. Las audiencias modernas, muchas veces hambrientas de thrillers inteligentes y muchas veces frustradas, se merecen muchas más películas que tengan la misma consideración.


martes, 22 de octubre de 2013

Repostería temática




Fran festejó sus primeros 9 años el fin de semana, y con mi esposa quisimos que la torta reflejara alguno de sus nuevos intereses. Después de deliberar achicamos la selección a dos opciones: los "minions" de Despicable Me y algo relacionado con Percy Jackson. La balanza terminó inclinándose por la alternativa literaria.

Y es que en el último año las novelas de Rick Riordan tuvieron un éxito formidable entre los peques de la casa. Los chicos se devoraron los cinco libros de Percy Jackson y pasaron derecho a las sagas secundarias del mismo autor (Héroes del Olimpo, Las Crónicas de Kane, etc).

Los libros de Percy Jackson narran las aventuras y desventuras de varios adolescentes modernos que en realidad son el fruto de la unión entre humanos y dioses de la antigüedad (la novela transcurre en tiempos modernos, y el Olimpo está ubicado en el piso 600 del Empire State Building!). Estos jóvenes semidioses pasan por peripecias varias a lo largo de la serie. Como estamos hablando de adolescentes, no puede faltar la tensión entre el mundo idealizado/ficticio y el real; así, mientras combaten a criaturas fabulosas de la mitología griega, los chicos tratan de conciliar la cotidianeidad de sus existencias con los poderes que recibieron de sus progenitores olímpicos. Los dioses, en tanto, son las criaturas promiscuas, caprichosas y vengativas de la tradición antigua, aunque necesariamente hay un subtexto moderno en la relación compleja que mantienen con los retoños que dejan desperdigados por el mundo, muchos ignorantes de su ascendencia.

Clásica literatura para "young adults", el fenómeno editorial en la EUA post-Harry Potter y Twilight, es todo fluff inofensivo, pero el fuerte condimento mitológico lo distingue del resto. Y en casa fue todo un éxito. Nada más verles las caritas iluminarse con cada nueva entrega, o escucharlos comentar entre sí los eventos de tal o cual libro, bien vale el homenaje repostero. Así que la torta incluyó distintos items modelados en pasta de azúcar: un tridente (el símbolo de Poseidón, que en las novelas es el padre de Percy Jackson), un escudo, algunas columnas jónicas (¿o eran dóricas? ¿O corintias?) y Quirón el centauro, que tiene un papel prominente en los libros y que en la película fue interpretado por ¡Pierce Brosnan!

Fue una grata experiencia, después de mis experimentos del año pasado con la porcelana fría. Lástima que el sabor no es gran cosa. Me tocó probar un pedazo de escudo y tenía gusto a chicle Bazooka (o para los más vejetes o memoriosos, a chicle Jirafa). La torta sí estaba deliciosa, pero esa la hizo la patrona. Obvio.


sábado, 19 de octubre de 2013

Citas citables


"The first principle is that you must not fool yourself - and you are the easiest person to fool." -- Richard Feynman

miércoles, 16 de octubre de 2013

Coincidencias I

Cor Stoop (izquierda) reunido con su dentadura.

Me dio por pensar en las coincidencias.

(No confundir con casualidades). Las hay para todos los gustos.
Están las pequeñas, del estilo "me leíste la mente, te estaba por llamar", o "¡estaba pensando justo en esa canción que estás tarareando!". También las medianas, donde las probabilidades se estiran bastante, del tipo "¡Cómo, vos también viniste a veranear esta semana a este pueblito en la Quebrada de Humahuaca!"

Normalmente, cuando narramos nuestro último episodio vinculado con alguna de estas dos categorías, nunca falta un aguafiestas entre la audiencia dispuesto a ilustrarnos con variadas y molestas - por lo banales, por lo poco románticas - explicaciones plausibles. Afinidad cultural. Implante subconsciente. Sesgo selectivo. Sesgo de confirmación. Una compleja red de factores intercausales que a nuestras toscas entendederas aparecen como poco menos que magia.

En fin, todo sería muy triste si no existiera una tercera categoría, la de las coincidencias más grandes, que no son tan fáciles de descular y que -nos gusta creer- pueden cerrarle la boca al presuntuoso.

Estoy convencido de que todos experimentamos al menos una mediana alguna vez. No me refiero a esos breves flashes de dejá vu que nos dejan aturdidos por unos segundos, convencidos de que ya pasamos por un determinado lugar, que en algún momento pretérito (siempre impreciso) ya hemos visto a esa persona cruzar el pasillo con ese gesto y ese andar exacto, o que ya escuchamos a ese amigo decirnos lo que nos está diciendo palabra por palabra, y con ese mismo café como telón de fondo, aun cuando sabemos que todo eso es imposible.

No, hasta donde sé esos destellos pueden ser simples trucos o glitches del cerebro que reordena los eventos vividos de una manera exótica, vaya uno a saber por qué. Si la mente es la que crea el tiempo, también puede mezclarlo un poco cuando falla algún contacto. Una explicación simple que de momento me sirve, por lo menos hasta que estos fenómenos dejen alguna huella en algún instrumento y alguien se tome la molestia de investigarlos.

Pero retomando, a medida que aumentan las variables involucradas en una coincidencia, merman las explicaciones plausibles. Me interesan las historias de coincidencias sorprendentes. Yo mismo guardo el recuerdo de un par experimentadas de primera mano que podrán ser menores, pero que custodio como si fueran trofeos y trato de mantener lejos de la mirada clínica del infaltable refutador de leyendas.

Como puede esperarse, el folklore internacional está lleno de historias de coincidencias fabulosas. Algunas cruzan la frontera de la popularidad y se convierten en leyendas urbanas. En lo personal tengo que agradecer a ese gran difusor de historias que fue Charles Berlitz (1913-2003), famoso autor de serios tratados sobre ovnis, apocalipsis, triángulos bermudeños y atlantes, entre muchos otros habitantes de la frontera entre la ciencia y la fantasía, y nieto del fundador de las academias Berlitz de idiomas (el mismo Charles Berlitz podía hablar en 30 dialectos distintos) por aquellos muchos momentos de maravilla de mi niñez y preadolescencia, incluso esos que como aprendería más tarde no tenían, ¡ay!, mucho asidero real.

La historia que me ocupa hoy cumple algunas mínimas condiciones de notoriedad, ya que en su momento fue difundida por Associated Press y se hizo bastante conocida en Europa. También apareció en algunos diarios de habla inglesa (por ejemplo el californiano Lodi News-Sentinel) y la encontré referenciada en un par de libros distintos. Queda en el lector, sin embargo, la opción de estimar su verosimilitud.

El suceso ocurrió en 1994. El protagonista era un pescador holandés sesentón bautizado con el fantástico nombre de Cor Stoop. Este veterano lobo de mar se hallaba en medio de un viaje de pesca en pleno Mar del Norte cuando el clima rudo y el vaivén de las olas decidieron confabularse con el almuerzo del mediodía y jugarle una mala pasada. Apremiado por las circunstancias, Cor no dudó en vaciar su estómago por encima de la barandilla del barco; pero la eyección del contenido ofensivo resultó ser tan violenta que se llevó también la dentadura postiza que engalanaba sus encías superiores. Era un Cor desdentado y frustrado el que regresó a su casa esa noche, pensando en el tesoro nacarado que ahora yacía en el fondo del mar.

Dos meses más tarde, ocurrió lo inesperado. El dueño de una tienda de pesca de Amsterdam, pescador también él, se encontraba trozando la faena del día anterior cuando al abrir al medio uno de los bacalaos capturados se llevó una sorpresa mayúscula. Entre las tripas del animal de casi 10 kg había aparecido una dentadura reluciente, y a todas luces humana. Perplejo, el hombre consultó con gente del lugar, y dio con un capitán que recordaba un caso de unos meses atrás; el de un hombre que había perdido una dentadura postiza por encima de la borda. Cor Stoop.

Como por entonces no sabían todavía su nombre, el comerciante decidió ir a una radio de Amsterdam y hacer público el aviso del hallazgo con la esperanza de dar con el dueño de los dientes falsos. Aquí las versiones no se ponen de acuerdo sobre si el que estaba escuchando la radio en ese momento era Cor mismo o su esposa; lo cierto es que el veterano acudió al llamado y se reencontró con sus dientes perdidos, a los que identificó inequívocamente al calzárselos con un ajuste perfecto. El bacalao había devuelto lo que no le pertenecía.

En ese año, el Ministerio de Agricultura y Pesca del Reino Unido estimaba la población de bacalao en el Mar del Norte en aproximadamente 200 millones de ejemplares.

¿Verdad? ¿Cuento de pescadores? ¿Asombrosa conjunción de eventos, astros y peces? Continuará...


jueves, 3 de octubre de 2013

Mientras tanto, en Japón



Nos vamos al lejano Oriente, donde el cultivo de frutas se ha transformado en un arte de gran demanda. La próxima vez que visiten Tokio y les dé antojo por alguna manzana o ciruela, cuidado con meterse por error en la tienda Sun Fruits. Mejor evitar un desagradable chasco a la hora de pelar la billetera.

La cadena se especializa en la producción y venta de frutas regulares que han sido convertidas en inusuales artículos de lujo orgánicos. Todas las frutas que ofrecen son básicamente perfectas en cuanto a forma, tamaño y color, el resultado de un sofisticado proceso de selección y cultivo asistido por tecnología de punta y expertos cuidados manuales.

No se admiten manchas, magullones o asimetrías; por supuesto que tampoco gusanos o bichitos, pero no todo es sólo una presentación impecable. El sabor también viene garantizado. Hínquele el diente a una de estas bellezas y, asegura el gerente de la firma, "nunca lo olvidará".

Pero ¿cuánto le cuesta a un mortal disfrutar de estos manjares destinados a dioses? Depende. Un melón como el que sostiene la sonriente empleada de la foto puede costar unos 16000 yen: alrededor de u$s 165. Pero en julio se vendió un racimo de una variedad particular de uva por 400000 yen, es decir unos u$s 4000. Esto significa que se pagó casi u$s 100 la uva individual.

Y en mayo, un par de melones específicos se subastaron por 1.6 millones de yen: el precio de un auto modesto.

"Está destinado a los ricos", advierte alguien desde la sección de comentarios del sitio. "Hay fruterías normales en Japón", dice otro. Otro más trata de explicar haciendo referencia a la importancia que tienen los regalos en la cultura nipona, y es verdad que los regalos empresariales son uno de los destinos principales de la mercadería de Sun Fruits.

"No es muy distinto de un americano rico que gasta cientos de miles en una cartera", acota otro comentarista. Pero aunque el gesto, al ser intangible, perdure, me sigue pareciendo extraño todo ese dinero gastado en esta perfeccíón efímera que durará hasta que las bacterias hagan lo suyo, ya sea en el tracto intestinal de alguien o en alguna frutera de alta gama.


Via | Yahoo News