martes, 11 de diciembre de 2012

El sueño de vivir afuera




Después de unos días pasados al pie de una sierra en una localidad del interior, me encuentro tratando de demorar lo más posible mi asimilación a la ciudad. En realidad, las cosas ya comenzaron a tomar el cariz habitual en el viaje de vuelta, a la altura de Luján, cuando en la autopista nos empezaron a cerrar, apurar y apretar los clásicos autos de alta gama (y no tanto) que te sugieren rendir debidos honores a su demostración de fuerza (y, uno supone por extensión, virilidad) o aceptar la alternativa concreta de la muerte para vos y tu familia, a escasísimos centímetros de distancia para una velocidad donde no hay tiempo de reacción que compense un eventual descuido o una breve vacilación. Subir a la autopista fue algo más que aprovechar una vía conveniente; fue también cruzar una barrera invisible donde dejamos definitivamente atrás algunas conquistas humanas que de ese punto en adelante iban a ser la excepción. No fue la primera vez que tratamos de no dejarnos abatir y de no preguntarnos a qué estábamos volviendo exactamente.

Ya a salvo en nuestro departamento porteño, leo con interés una nota en la edición digital de la revista Brando titulada "El sueño de vivir afuera de la ciudad". El autor, identificado sólo como "Cicco" (no soy lector de Brando sino que llegué siguiendo links) realiza una bonita pintura de las razones que lo llevaron un día a colgar todo y radicarse en Lobos. Hablo de pintura porque es una descripción casi cromática, que se remonta a los dibujos de su niñez para encontrar el germen de una insatisfacción que lo persiguió hasta bien entrada su vida de adulto y finalmente lo impulsó a renunciar a la ciudad, sus ventajas y sus muchos problemas.

La palabra renuncia es importante porque tiene que ver con varias cosas más que la renuncia a la oferta gastronómica, el teatro, las calles pavimentadas o los cajeros a mano. Si algo me queda después de leer el artículo de Cicco (que incluye testimonios de otras personas que decidieron cambiar su vida urbana y des-humanizada por ritmos más lentos) es que la renuncia es fundamentalmente interna y que surge habitualmente tras una mini-crisis. La crisis, eso sí, sacude tanto la estantería que se viene abajo todo, hasta las vendas; lo siguiente es preguntarse el sentido de varias cosas. La respuesta natural no tarda en llegar.

El que vive dentro de las grandes urbes, sometido a horarios de oficina, tiene sueños de preso con cadena perpetua. Quiere una tele más grande. Un sillón más cómodo. Una banda más ancha. La energía puesta en hacer más cómoda su estadía en la celda.

No casualmente dejé afuera del título de este post la última parte del título de la nota, que reza "El sueño de vivir afuera de la ciudad". En su artículo Cicco usa la dicotomía "afuera" y "adentro" en varios sentidos distintos: desde el que translitera los términos anglo in y out que son veredicto típico en los mandatos de la moda o demás círculos donde impera la frivolidad, a la acepción literal que enfrenta la vida de encierro con la opción verde. El sueño de vivir afuera, entonces, se refiere a algo más que vivir afuera de la ciudad. Es un sueño porque pocas veces se concreta, a pesar de que se anhela en el lenguaje de todos los días y tendemos a usarlo como parámetro para definir la vida que nos gustaría llevar, pese a que no hacemos nada por alcanzarla, o al menos arrimarnos un poquito.



Via  |  ConexionBrando.com