martes, 23 de octubre de 2012

La primera responsabilidad



Reflexiones sobre Una sociedad que no cuida a sus hijos, artículo de Fernanda Sández publicado hoy en La Nación.

Me gustó esta columna por lo dura, por la cantidad de verdades incómodas que pone sobre la mesa sin rodeos aunque sean obvias, por el lenguaje llano y directo. El tema es la desprotección infantil, pero no se queda sólo en denuncias externas. Va también al rol fundamental que juegan los padres, incluidos los trucos / autoengaños a los que recurren para no jugarlo. Y eso yo lo entiendo como punto de partida y consecuencia a la vez de una disfunción social: un orden ficticio e impracticable que exige tanto como limita; un "loop" de conductas y neurosis hereditarias.

Pero es que nuestra sociedad/cultura de hoy no ha evolucionado teniendo en cuenta a niños ni ancianos. "No Country for Old or Very Young Men". El sector adolescente está más atendido, pero sólo en apariencia: importa en tanto y en cuanto consuma productos o ideologías, que por supuesto son una misma cosa. No en vano veo una presión clara hacia una adolescencia arquetípica que se ejerce, a través de gustos y lenguaje seleccionado, tanto sobre adultos como sobre niños; el uno gana SMS gratis en su celular si llama a futuros clientes en el Día del Amigo, el otro debe tironearle de la manga al padre para tener su teléfono de la promoción Mi Primer Claro.

Para cuando el niño se ha transformado en un pequeño demonio de Tasmania que sólo piensa en su próximo "high" consumista -el próximo juego, Serenito, paquete de Club Penguin o video de Youtube-  ya hay un daño hecho. Pero primero tuvo que pasar por los padres, por lo menos aquellos que han aceptado a pies juntillas nociones externas (o peor, diseñadas) de normalidad sin mirar al niño y su desarrollo. La ausencia de una dirección paterna tiende a derivar en todo tipo de calamidades que se dan la mano, yendo de lo anecdótico a lo trágico con una velocidad escalofriante: no puedo olvidar a los bebés "guardados" en los baños de República de Cromañón.

Pero hay más. La crianza de un ser humano es la actividad más importante que uno puede encarar, pero demanda energías acordes. Pienso que no tener esto en claro de antemano es una receta para el sufrimiento de las partes involucradas. Tendría que funcionar como recordatorio no sólo de las prioridades que deben reorganizarse, sino de la tolerancia hacia las propias flaquezas. Estamos inmersos, al fin y al cabo, en una cultura/sociedad que reacciona cada vez con más violencia hacia cualquier noción de sacrificio, aunque sea mínimo. Me es difícil disociar esto de la tendencia a la búsqueda de soluciones instantáneas ante cualquier incomodidad, sea física o psicológica. Los tiempos naturales no son estos. Tal vez estas tendencias sean efectos secundarios negativos de la civilización, del delivery y del control remoto, que terminan transformándose en expectativas condicionadas. Pero si tenemos una sola oportunidad para observarnos, para practicar el estoicismo y la justipreciación de lo que es realmente importante, apliquémosla a observar y guiar a nuestros niños, y acomodemos nuestras conductas, hábitos y actividades en consecuencia; no al revés. Ellos son los primeros inocentes, los depositarios de nuestra historia, y al fin y al cabo no nos pidieron venir al mundo. 


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